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El corazón tierno de Harry el sucio

Clint Eastwood hizo suyos para siempre los personajes que encarnó, porque todos ellos tienen mucho de su propia personalidad.

Su cara pétrea encubre la densa espiritualidad que sabe conferirle a sus personajes. Casi setenta películas que interpretó como actor y más de 30 como director, lo prueban con contundencia. Tiene 93 años, cuando estaba por cumplir 80, se preguntaba: “¿Qué me pueden ofrecer a mi edad? Ya no se hacen papeles como para mí. No tengo ningún problema en hacer de mayordomo, pero a menos que haya alguna urgencia, prefiero mantenerme detrás de cámara”. A los pocos días de esa declaración se puso de ambos lados de la cámara para filmar una de sus mejores películas, El gran Torino.

En El gran Torino, se muestra la fragilidad de un duro, la vulnerabilidad de uno de los gruñones más queribles de la historia del cine. En esta película, Harry el sucio se vuelve un sentimental. Ese giro humanizador de alguna manera está presente en Los imperdonables, un western en el que interpreta a un canalla que ya no puede cargar con sus pecados. Comprobando la sorpresa del público y la crítica, dijo: “Es divertido interpretar a gente distinta de uno, pero al público lo decepciona descubrir que uno no es los personajes que interpreta, que yo no soy Harry y que no llevo un arma conmigo a todas partes”.

El gran Torino cuenta la historia de un veterano de la guerra de Corea que, tras la muerte de su esposa, no tiene otra ocupación que sentarse en el porsche de su casa viendo discurrir la vida del vecindario, tomando cerveza junto a su perro y sin perder de vista su tesoro: un Torino. Es un hombre huraño, aislado de su familia, y reacio a toda vida social -a la que juzga frívola-. Es un hombre que parece estar viviendo un tiempo que no es el de él, en una sociedad cuyos valores le son del todo ajenos. La llegada de una familia oriental al barrio es un revulsivo para su espíritu. La cercanía de las viviendas fuerza al trato con ellos, y termina afianzándose un vínculo afectivo el hijo adolescente de la familia. El racismo que tiene a flor de piel, y la violencia que dificultosamente intenta soterrar, detona cuando se enfrenta a los pandilleros que asolan el barrio.

La primera película la filmó a los 25 años. La escena cumbre sucede cuando desde un avión caza dispara contra la tarántula gigante que da título al film. Ese mismo año filmó The Revenge of the Creature, una película en la que durante todo el rodaje tuvo que tener en el bolsillo una ratita de laboratorio. Dieciséis años después comenzaría la saga de películas de Harry el Sucio, ese inspector del departamento de policía de San Francisco, cuyos métodos hicieron escuela en muchas policías del mundo, y que daría una película tras otra durante dos décadas. También su nombre alzaría vuelo en los western donde su poncho ondeaba al viento y su crueldad siempre tenía un revólver de aliado.

Como director debutó en 1971 con Play Misty for me, una película de terror psicológico. Fueron dos películas las que le hicieron ganar el Oscar como mejor director: Los imperdonables y Million Dollar baby -una película de 2004 en la que también compuso la banda sonora, y en la que hace el papel de un veterano entrenador de boxeo que, al final de su carrera, pone toda su dedicación para que una boxeadora se consagre campeona-. Desde 1967, la mayoría de las películas en las que participó fueron producidas por él mismo con una empresa que creó al efecto Malpaso Productions. Como ningún desafío lo arredra, se lanzó a la arena política y durante dos años -de 1986 a 1988- fue alcalde de la localidad californiana Carmel by The Sea.

Para muchos, su película más lograda es Los Puentes de Madison -dirigida, producida y actuada por el propio Clint Eastwood-, en la que hace de un fotógrafo que llega a Madison –ciudad de Iowa- para tomar una serie fotográfica para la National Geographic, y que queda prendado de Francesa -Meryl Streep-, casada con un soldado estadounidense destinado en Italia. Clint Eastwood, como el personaje de esta película, estará ahora repasando su vida, foto a foto, en un álbum inacabable, con la sonrisa de quien se ha atrevido a ser lo que de veras quiso.

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