cultura

El marginal que llegó a ser uno de los grandes pintores del siglo XX

El irlandés Francis Bacon fue un extraordinario artista plástico.

Se llamaba igual que el filósofo del siglo XVII que llegó a ser canciller de Inglaterra, pero Francis Bacon nació en Dublín en 1909 y hasta los 24 años se dedicó al juego, la prostitución, drogas, alcohol y robo. Sus únicas compañías eran borrachos y vividores. Hasta que en 1933 encontró su vocación: la pintura.

Su primer obra conocida es una crucifixión que es la radiografía de un cuerpo humano en la que se ve una proliferación delirante de células. La conformación física del ser humano lo había obsesionado desde que participó en una unidad de ambulancias durante la Segunda Guerra Mundial. La guerra no le dejó sólo esa curiosidad, sino también el horror ante la violencia que impregna toda su obra. Algunos rastrean psicoanalíticamente esa repugnancia a escenas de su infancia: su padre lo hacía azotar con frecuencia. En alguna entrevista, Bacon dijo que pintaba estudios de crucifixiones no por vocación religiosa sino porque la crucifixión es un ejemplo contundente de la crueldad de los hombres, latente en todos los tiempos.

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