cultura
El médico del diablo
Felix Kersten fue el médico personal de Heinrich Himmler, gracias a esa cercanía pudo salvar la vida de miles de condenados a muerte por el nazismo.
Felix Kersten nació en Tartu, Estonia, el 30 de septiembre de 1898, y murió 72 años después en Estocolmo. Fue un médico cuya especialidad era el masaje terapéutico. Había aprendido técnicas de los lamas y decían que sus manos eran mágicas, capaces de calmar con un masaje cualquier dolor insoportable. Se formó profesionalmente en Finlandia, pero en 1924 se trasladó a Berlín, donde alcanzó una reputación profesional que suscitó el interés de las más altas esferas de la Alemania nazi.
Una mañana fría de diciembre de 1939, Felix Kersten fue citado a la oficina 8 de la Prinz-Albrecht-Strasse, donde se encontraba la sede central de las SS. El hijo de Kersten relata que fue su madre quien lo llevó en coche al edificio y que desde la calle miró cómo cruzaba la puerta, casi convencida de que no volvería a verlo, porque eso era lo que solía pasar con muchos de los ciudadanos. Lívido y tembloroso Kersten atravesó la puerta que se abrió ante él, en el centro del despacho, mirándolo fijamente, con un rictus de dolor que le costaba disimular en el rostro ,lo estaba esperando Heinrich Himmler, el brazo derecho de Adolf Hitler.
Las visitas médicas eran asiduas, y Kersten terminó ganándose la confianza de Himmler, al punto que le contaba cosas personales y, algo mucho más importante para Kersten, le hacía revelaciones de índole política, como, por ejemplo, los detalles de la deportación de tres millones de neerlandeses a pie desde Países Bajos a los campos de concentración de Polonia, que finalmente no se concretó. Mucha de esa información fue compartida con los gobiernos de Suecia y Finlandia, con quienes el médico tenía relaciones desde los años que trabajó en los países nórdicos.
A los pocos meses, logró aplacar aquel dolor crónico. Kersten nunca quiso cobrarle a Himmler por sus servicios, tenía en mente otros proyectos. Himmler quiso compensarlo con un alto nombramiento en el gobierno, ofrecimiento que Kersten declinó, pero, a cambio, comenzó a pedirle por la libertad de algunos prisioneros de la Gestapo. Kersten recibía como honorarios una vida tras cada sesión, sus masajes equivalían a recobrar a un ser humano del horror, siempre y cuando no fueran judíos.
En octubre de 1942, Kersten tuvo que acudir de urgencia al tren privado de Himmler procedente de la Prusia oriental, el militar estaba totalmente estresado. Durante el tratamiento, Himmler le reveló que Hitler le había ordenado un plan de exterminio sobre el pueblo judío, a raíz del fracaso de las negociaciones secretas con Gran Bretaña para obtener la paz. Himmler le dijo: “Es la tragedia de los grandes como Hitler, andar sobre cadáveres”. Explicó a Kersten que había intentado persuadir a Hitler a que no tomara esa medida, pero el Fuhrer, agarrándolo de las solapas, lo increpó: “Yo he hecho de ti un hombre..por mi vales... y ahora no quieres obedecerme... ¿Eres acaso un traidor?!!!”. Kersten supo que para Himmler importaba más la confianza de Hitler que la muerte de cientos de miles de personas. Kersten hizo un informe secreto para el gobierno sueco, quien propuso a los Aliados salvar humanitariamente la mayor cantidad de vidas desde los campos de exterminio, negociando indirectamente con Himmler a través de Kersten. Fue por las gestiones de Kersten, que 7.750 condenados al exterminio fueron asilados en Suecia.
En marzo de 1945, Kersten se reunió con Himmler y lo instó a que los campos de concentración no fueran y que ni un solo prisionero más fuera ejecutado, si cumplía con eso, los Aliados lo necesitarían para poder mantener el orden de la nueva Alemania. Himmler envió una propuesta a Eisenhower, ofreciéndose como Jefe de Policía de la nueva Alemania y aprovechó la instancia para ofrecer la rendición de Alemania. El 12 de abril de 1945, Himmler redactó el “Contrato en nombre de la Humanidad”, garantizando las demandas sugeridas por Kersten -quien también estampó su firma en el documento-. Enterado de esto, Hitler condenó a ambos a muerte. Pero las órdenes del Fuhrer ya no tenían fuerza para ser cumplidas.
Felix Kersten murió el 16 de abril de 1960, en un tren, durante el viaje que lo llevaba a Francia, donde iban a otorgarle una medalla.