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Entrevista a Julián Axat, el defensor platense de los más débiles

Es abogado y escritor, ambas vertientes confluyen en su más reciente libro, Diario de un defensor de pibes chorros, que será presentado hoy en nuestra ciudad.

Julián Axat es poeta. Y lo ha sido siempre, cualquiera fuera la actividad que le tocara desarrollar. Esto es, es alguien que cree profundamente en ciertos valores humanos que ayudan a volver la vida un poco más bella. En 2008 asumió el cargo de defensor penal juvenil en La Plata, y durante seis años ejerció la tarea de defender a casi mil adolescentes. Treinta y cinco de esas historias quedaron plasmadas en un libro que presentará hoy a las 18 en el Espacio para la Memoria Ex Comisaría 5ta, ubicado en diagonal 74 entre 23 y 24.

—¿Cuál es el hilo conductor del libro?

—Tiene el registro de una memoria, un ­diario, va desde que me recibí de abogado y me metí en una trinchera para aprender a defender a personas pobres de oficio hasta que me involucré más con ese rol y decidí concursar para acceder al cargo de defensor titular de una defensoría dedicada a jóvenes considerados precoces delincuentes. Voy contando los casos, el tratamiento policial, mediático y judicial, y mi protagonismo como abogado y estrategias que usaba para encarar las defensas. Termina cuando decido renunciar.

—¿Cuál fue el criterio con el que hiciste la selección?

—Son los casos más resonantes. Algunos con trascendencia a nivel local. Pero también hay casos que tomaron relevancia nacional, y de los que se habló tanto al punto de que algunos políticos los utilizaron de ejemplo para modificar las leyes sobre “menores”: bajar la edad de imputabilidad o subir las penas, etc. Hay homicidios graves, abusos, robos con armas, armado de causas, y siempre los protagonistas eran pibes menores de 18 años. También están los casos de los chicos que, en ese entonces, fueron asesinados por la Policía y me tocó representar a sus familias.

—En el capítulo “Rebeldía contra las corbatas”, aludís al apego absurdo del sistema judicial a la exterioridad, ¿qué otra tara notás en el funcionamiento de la administración jurisdiccional que la aleja de la justicia?

—La exterioridad en el sistema de justicia es más importante que la interioridad. En el libro yo describo y analizo los espacios, las vestimentas, las formas de escribir en los expedientes, el rostro de los jueces, y cómo todo eso choca con un pibe mal vestido, sucio, de un color de piel oscuro, mal hablado, que se juega la vida y la muerte en pocos segundos. Son dos espacios y tiempos diferentes, pero uno juzga al otro sin dimensionar al otro a fondo. La Justicia se aleja de esas realidades, es distante, absolutamente de clase y revanchista. Todo eso debe ser deconstruido simbólicamente, para democratizarlo algún día.

—Vos sos alguien para quien la palabra es un medio de conocimiento y de revelación. ¿Cuál es el valor de las palabras en el medio judicial?

—La palabra no es nada. La forma de la palabra lo es casi todo. El uso de los silencios y la performatividad de quien la usa es la clave. Si un pibe pide hablar en un expediente, entonces todos esperan un error, lo lógico es el silencio que –supuestamente– no va a ser utilizado en su contra. Y claro que sí lo será, por eso la tarea del defensor es hacer hablar a los pibes presos, que hablen y se saquen todo lo que los trae a la Justicia, pero que al hacerlo lo hagan en función de una estrategia legal pautada. La función del defensor es la de modular esa voz y hacerla más potente. Y esa es una función poética.

—¿Cuáles fueron las satisfacciones más grandes que te deparó ese trabajo?

—Haber conocido mundos alejados a mi ­trayectoria, enriquecerme con miradas, ­gestos, palabras, silencios. Los diálogos con ellos, con sus madres, sus familias. Haber ayudado a sostenerse, pero nunca a salvarlos porque esa no es la función del defensor, me refiero a convertirse en un paternalista. Lo más importante es sentir que en el lugar de los más débiles de esta sociedad compleja, entre los pliegues de los olvidados y perseguidos, está escondida una potencia que nadie advierte.

La presentación del libro

A propósito de la presentación de su último libro en el auditorio del Espacio para la Memoria de diagonal 74, junto al exjuez Luis Arias y la exprocuradora Alejandra Gils Carbó, el autor afirmó: “Se presenta en un lugar para la memoria, la Ex ­Comisaría 5ta. En el libro cuento que el espacio funcionaba como seccional policial cuando yo era defensor, y ahí me tocó ir a atender a muchos chicos detenidos, entonces yo sabía que en ese sitio funcionaba un centro clandestino entre 1976 y 1983, y que incluso mis padres pudieron haber pasado por ahí.

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