cultura

Gitanos, una larga historia de persecuciones

Esta comunidad de fuerte presencia en nuestro país –y nuestra ciudad– ha sido víctima de prejuicios, segregaciones y masacres en todas las épocas.

La palabra “gitano” deriva, por caminos misteriosos, de Egipto. Se remonta al siglo XV, cuando una primera inmigración gitana entró en la península ibérica por los Pirineos proveniente de Europa Central. Un nexo probable es el adjetivo francés egyptien. La situación es más clara en inglés, vinculando a egyptian con gypsy. Este colectivo fue considerado oriundo de Egipto menor, término que en la Edad Media designaba la actual zona de Chipre y Siria. De este modo se denominó a los recién llegados “egipcianos”, luego “egitanos” y, finalmente, gitanos. Una comunidad que ha sido fértil para la construcción de mitos.

Los gitanos suelen ser denominados zíngaros, porque una de sus habilidades laborales más reconocidas es el trabajo con el zinc. Esa otra denominación está ratificada por tzigane (en francés) y zigeuner (en alemán). Pero el diccionario castellano es muy estricto, no reconoce a zíngaro y lo escribe cíngaro. Algunos afirman que el origen egipcio es una larga novela histórica. Previamente, los gitanos procedían de la India y de allí fueron expulsados, presumiblemente, por antisociales. Los principales indicios de esta procedencia se encuentran en la lengua romaní, su idioma original, cuyo vocabulario guarda muchas semejanzas con el sánscrito; los lingüistas encuadran el romaní dentro de los dialectos prácritos hablados en la India entre los siglos VI a.C. y XI d.C.

Hacia el año 1.000, la comunidad gitana estaba radicada en Persia, de donde también fueron lanzados compulsivamente, dividiéndose en dos grandes ramas. Una parte eligió la ruta del norte, llegando a Europa entre los siglos XV y XVI. Con el tiempo, esa rama terminó en masacre colectiva, cuando el régimen nazi asesinó a más de cuatrocientos mil gitanos, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial, por motivos raciales barnizados de ideológicos. Su destino era, en algún sentido, paralelo al de los judíos: estaban sujetos a encarcelación, trabajos forzados y deportaciones a los campos de exterminio. Sin embargo, la matanza de gitanos por los nazis quedó oscurecida ante la similar ocurrida con los judíos, en parte porque el genocidio del pueblo judío fue más voluminoso –cerca de seis millones de personas– y en parte porque los gitanos nunca fueron considerando por la prensa, los libros ni otros medios de comunicación. Para el diccionario de la Real Academia española, una de las acepciones de “gitano” es “trapacero”: “persona que con astucias, falsedades y mentiras procura engañar a alguien en un asunto”.

Por su parte, la rama gitana que salió de Persia hacia el sur llegó hasta Egipto, se extendió por el norte de África y después llegó a España, radicándose en su mayoría en Andalucía. En la pragmática que promulgaron los Reyes Católicos, en 1499, se estableció la libertad de elección domiciliaria en un afán por asentar a los gitanos en villas donde podían ser controlados y donde, a la vez, realizasen trabajos con los que mantenerse similares a los del resto de súbditos. El trayecto de los gitanos explica que se haya denominado egyptien a quien no lo era. Sin embargo, la radicación en Andalucía dio por primera vez a la palabra gitano un tinte favorable, merced al prestigio del canto y del baile andaluces. Como los gitanos han sido expulsados de todo sitio, una teoría adicional explica que los llegados de Bohemia, en Europa Central, recibieron el nombre de bohemios para confundir a la etimología. Está claro que un bohemio, afirma el periodista Homero Alsina Thevenet, es una persona tan desordenada y a menudo antisocial como un gitano, pero con tal motivo se comenzó a llamar bohemios a pintores, músicos y poetas pobres , idealistas y optimistas, con entera independencia de su raza o religión. En 1896, Puccini estrenó su famosa ópera La boheme, que trata de ese mundo y en el cual no hay personajes gitanos; su calificación genérica es de románticos. No obstante, el romanticismo gitano nunca fue más allá del violín y del peregrinaje por las calles.

En nuestro país hay, en la actualidad, cerca de trescientos mil gitanos, siendo el segundo país de América Latina con la comunidad gitana más numerosa, después de Brasil.

Noticias Relacionadas