Hace 23 años, Gimnasia tuvo audiencia con la Madre Teresa

En enero de 1990 se vivió un hecho singular: la monja atendió a los jugadores de Gimnasia, que habían ido a disputar una copa internacional a la India

La India recibió a Gimnasia y Esgrima La Plata. Un avión los dejó en ese verdadero submundo un 4 de enero de 1990, a pocas horas de jugar un torneo amistoso internacional, la Copa Nehru, que tenía dos invitados sudamericanos: los Triperos y Olimpia de Paraguay.

El fútbol, como casi siempre, marcaba a fuego la vida de nóveles futbolistas,
que gracias a la pelota llegaban a lugares que transformaban automáticamente sus vidas.

Los recuerdos aún hoy generan un cosquilleo en quienes tuvieron que afrontar el campeonato, viendo cada día a gente comiendo en el piso excremento de cuervos que dejaba olores nauseabundos, o vacas que en el mismo centro se exhibían en estado de descomposición y que nadie toca -por su connotación sagrada-. Los cuerpos escuálidos de la gente, las calles de tránsito caricaturesco con autos siempre al borde de un choque con millones de bicicletas era el paisaje del infierno, de una verdadera “cloaca del mundo” como definiría a este país asiático la Madre Teresa.

Justamente a la mítica mujer visitó el plantel platense. Y fue una excepción, pues se registró como el primer plantel deportivo que pasaba por la Congregación que durante casi 50 años recibía a pobres, enfermos, huérfanos y moribundos
Aquel grupo de directivos, con don Harari entre sus miembros, había logrado lo que tenían en mente desde el mismo día que acordaron competir en tierra hindú: la entrevista con la ya desparecida monja católica de origen albanés, cuyo nombre era Agnes Gonxha Bojaxhiu (Madre Teresa de Calcuta) y que tras su muerte, en 1997, fue beatificada por Juan Pablo II.

Cuando la Madre Teresa le destinó unos minutos al Lobo tenía 80 años. Enfrente tuvo a jugadores ilusionados, que abrieron el corazón ante el Nobel de la Paz en 1979. Allí estaban los arqueros “Palito” Bertero y Rolando Cristante, Rubens Navarro, Oscar Olivera, el formoseño Eusebio Espínola, Guillermo Guendulain, aquel 10 bahiense Ricardo Depietri, el “Salchicha” Carlos Javier Odriozola, el berissense Jorge Merlo, el “Colo” Reina, y dos pibes, defensores ellos, que asomaban en esa gira y serían caudillos en los equipos de Griguol años después: Dopazo y Ortíz. Dirigía al equipo José Ramos Delgado.

Hoy es un verdadero orgullo para todos los gimnasistas que aquel 16 de enero, jornada sin fútbol, exactamente a las 14.30 del día previo a la semifinal (en la que vencieron 2-0 a Lyngby de Dinamarca, con doblete Navarro, uno olímpico) la amable Teresa le dispensaba su amor por unos diez minutos. Apareció con túnica blanca y vivos azules, pronunciando las palabras clave “Argentina” y “Maradona”. Antes de retirarse, hubo muchas fotos, y la entrega de un banderín y alimentos. Algunos recuerdan: “Estaba enferma y nos hablaba de pie”.

Para la estadística, también participaron de la Copa la Selección de Zambia, el Metallic de Rusia y varios equipos indios.

El fútbol, también como casi siempre, era el contraste más perfecto en la sociedad: pobreza por todas partes y un estadio para 120 mil almas, el cubierto con mayor capacidad en todo el planeta.

A aquella delegación de Gimnasia la fortuna no la acompañó: apenas llegaron descubrieron que habían dejado toda la ropa de entrenamiento en la Argentina, y al final de la odisea, una maldición apareció en el último partido, en el que se perdió el título por 1 a 0.