Cultura

Hernán Brienza, un historiador del presente

El periodista, escritor y politólogo conversó con diario Hoy a propósito de su curso titulado “Historia de las ideas argentinas”. Una mirada lúcida sobre el pasado y nuestra actualidad.

El primer trabajo importante del historiador, ensayista, politólogo y escritor Hernán Brienza fue un libro sobre el sacerdote Christian Von Wernich, quien había sido capellán de la Policía de la provincia de Buenos Aires durante la última dictadura. También escribió sobre figuras relevantes de la historia latinoamericana: Alfredo Palacios, el Che, Manuel Dorrego, Camilo Torres, Emiliano Zapata y John William Cooke, entre otras. Actualmente está dando un curso de “Historia de las ideas argentinas” en el Espacio Cultural Homero Manzi, los miércoles de 19 a 21.

—¿Cómo estás sobrellevando estos tiempos?

—Yo tuve un poco de suerte, porque primero me encontré con trabajo –hacía 4 años que no tenía– y, además, me encontró con esta novedad de que fui papá por primera vez en mi vida, algo que deseaba mucho. Estar en la cueva no me fue tan terrible, tenía motivos para estar refugiado en mi familia. Por supuesto, desde lo social, lo político y lo humano lo vivo como cualquier persona que es consciente de lo que significa una pandemia como esta a nivel mundial, que está al nivel de un conflicto internacional.

—Contanos un poco de “Historia de las ideas argentinas”, el curso que estás dando.

—Es producto de una historia del pensamiento nacional que trabajé ya hace dos o tres años. La idea es ampliar la mirada sobre el mundo de las ideas y ver cómo se pensó la Argentina desde distintos lugares. Es una profundización del campo de batalla, porque el mundo de las ideas es un campo de batalla. En ese sentido, este taller está en función de esa mirada, de ver en cómo nos pensamos los argentinos a lo largo de 200 años.

—¿Cuál es el arco temporal que trazás?

—Vamos desde 1810 hasta la actualidad. Hay un recorrido a vuelo de pájaro por todos los autores y todos los libros importantes de la historia argentina.

—Tener una visión en conjunto de la historia argentina ayuda a confirmar ciertas continuidades en nuestra historia, el enfrentamiento desde nuestros orígenes de proyectos en pugna...

—Yo creo que hay dos países enfrentados. Uno es el de la élite portuaria y agroexportadora, la Argentina de la Organización Nacional de Bartolomé Mitre, ese proceso que va de 1862 a 1916, que tiene muchísimos matices y contradicciones internas, pero que en su mayor medida están ligados a lo que es el modelo agroexportador dependiente de la economía productora de manufacturas de Gran Bretaña. Y hay otro país, más ligado al mercado interno, a la producción industrial, al desarrollo de las economías regionales que, como necesita consumidores, trabajadores, los incluye.

—¿Cuáles fueron los libros que ayudaron a formar tu mirada sobre la historia argentina?

—Arturo Jauretche, Hernández Arregui, Jorge Abelardo Ramos, Scalabrini Ortiz, pero también mucho otros, como los textos de Alberdi, incluso del propio Sarmiento, que son muy interesantes. Vicente Fidel López, un intelectual argentino que fue el primer defensor del proteccionismo y el primero que atacó el librecambismo allá por los años 80 del siglo XIX, cuando fue diputado. Y, de los actuales, José Pablo Feinmann, Ricardo Forster y Horacio González. También algunos extranjeros como Benedict Anderson, que es un estudioso del nacionalismo y descubre cómo las construcciones nacionales están en relación con los intereses económicos de los agentes que construyen esos países. ¿Qué clase construye la Nación? En Europa, las naciones las construyeron las burguesías industriales, por eso son mucho más inclusivas, porque necesitaban consumidores y trabajadores que tuvieran capacidad de mantener el mercado interno. En cambio, los países latinoamericanos fueron creados por élites agroexportadoras, que necesitaban más de los compradores externos que de los compradores internos; por lo tanto, podían marginar a las grandes mayorías locales, tratarlas como barbarie, o como la mujer de Piñera, que un día se despertó, vio a los chilenos en las calles y dijo: “Parecían marcianos”.

La intelectualidad argentina

Brienza propone en su taller rescatar una tradición intelectual sobre el ser nacional, y a partir de allí emprender la tarea de lograr una nueva síntesis que conjugue el pensamiento nacional con los grandes desa­fíos que se le presentan a la Argentina en este siglo.

—¿Cuál te parece el pensador argentino más injustamente olvidado?

—De los últimos, Fermín Chávez. Fue un gran pensador, muy poco recordado, incluso por los militantes del campo nacional y popular al cual él ayudó tanto con sus libros de historia. Me parece que Fermín es un hombre que debería haber sido homenajeado en vida y que por distintos motivos no se lo hizo. Un autor muy prolífico y con mucha coherencia a lo largo de toda su vida, y murió en el más absoluto silencio, sin tener la reivindicación intelectual que merecía.

—Es algo que ocurre con muchos intelectuales del campo nacional y popular.

—Lo mismo le pasó a Jauretche, que murió en un momento difícil. En algún punto, la política cotidiana se lleva puesto a los pensadores nacionales. En el momento no se toma conciencia de lo que vale un Fermín Chávez o un Jauretche. No tomamos conciencia hoy de lo que vale un José Pablo Feinmann o un Horacio González, entre otras cosas porque la lectura tiene otros tiempos y muchas veces generaciones posteriores retoman libros que el mercado no potenció en su momento.

Noticias Relacionadas