cultura
Historias de miedo
El temor es uno de los sentimientos humanos más extendidos e inevitables. El ser humano le ha hecho frente de distintas maneras, algunas alcanzaron celebridad.
Alejandro Dumas escribió alguna vez que no hace falta conocer el peligro para tener miedo; y que, de hecho, los peligros desconocidos son los que inspiran más temor. En el río Niger ocurrió algo insólito: patos y gansos se posaban en los árboles, incluso durante el día. Esto solo pudo explicarse por el miedo que estos animales tienen a los cocodrilos y las serpientes de mar, por el que instintivamente tienden a guarecerse en lugares que consideran seguros.
Hallándose en Nepal, Tom Longstaff decidió dar caza a una pantera que había matado a una vaca procedente de un pueblo próximo. Para ello se puso cerca del cuerpo de la víctima, a la orilla de un cauce seco, sin árbol alguno en que poder instalarse ni pozo tirador que lo protegiese. Tuvo que sentarse en el suelo. La espera no fue corta, el riesgo no era pequeño, el cazador lo sabía y lo relató así: “Reinaba silencio de muerte. Empecé a ponerme nervioso. Al poco rato oí los pasos de un animal que se acercaba; estaba fuera de mi campo visual porque se hallaba atrás de un recodo, pero era evidente que iba en busca de la vaca muerta. De pronto se hizo nuevamente el silencio. Se me secó la boca. Al cabo de un momento oí rodar un guijarro detrás de mí. Después aun más seca, crujió una hoja seca. La pantera había dado un rodeo y me atacaba por la espalda. Jamás experimenté un terror más intenso. Con un ademán instintivo, mi mano derecha soltó el gatillo. Disparé contra la franja blanca de su pecho y la fiera cayó muerta”.
El explorador francés André Guibaut, hallándose en las puertas del Tibet, tuvo ocasión de presenciar un incendio, que allí suele tomar monstruosas proporciones debido a la profusión de casas de madera. La multitud, los rebaños de yaks, corrían espantados. Los animales se atrevían a hacer lo que nunca, con tal de poner a salvo su pellejo: un pobre gato aterrado por el pisoteo que lo amenazaba, se tiró al agua y atravesó un pequeño canal a nado, como un sencillo símbolo del pánico. Guibaut trabajó como comisario en la marina mercante, y luego fue responsable de misiones científicas y exploraciones en China hasta jubilarse definitivamente.
No solo están los miedos físicos, sino también otros, no menos aterradores, como la famosa amenaza que algunos creadores sienten ante el papel en blanco. Woody Allen es ante todo, según su propia confesión, un hombre que le teme a todo y al que todo le preocupa, siempre medroso y desconcertado. Cuenta que nunca tuvo el bloqueo del escritor: “La gente me ha dicho: Imaginá que un día te despertás y no sos gracioso. Pero no podés, porque eso es lo que sos. Nadie se despierta siendo una persona totalmente distinta. Y nunca le temí a eso. Si vos me decís ahora: Te doy dinero, hacé la película en Serbia. Puedo ir a mi casa o a la habitación de al lado y escribir un guion. O sea que es el único miedo que nunca he tenido”. El director estadounidense lo atribuye a que en sus comienzos era un escritor de televisión, y allí tenía que escribir un programa en vivo para cada sábado a la noche. De modo que el lunes a la mañana se ponía y tenía que escribir: “No podía sentarme a esperar que llegara la musa. Había que escribir. Por eso siempre pude sentarme en una habitación y escribir. Forzado, y escribir. Y no he tenido las angustias de mis personajes en las películas”.
Para Aristóteles, las pasiones son afecciones que se dan en el alma (psyché) acompañadas de placer y de dolor. En ese sentido, el temor es una afección que se produce en el alma producto de la impresión de que algo malo que puede ocurrir. Pues también el hombre valiente, según Aristóteles, “teme lo que debe, en la medida y en la situación apropiada”. Asimismo, Jean Paul Sartre observó que a los verdugos se les reconoce siempre, porque “tienen cara de miedo”.
Lo cierto es que la única receta para combatir el miedo probablemente la haya encontrado el novelista Aldous Huxley, quien sostuvo: “El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente, el miedo ahuyenta al amor. Y no solo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y solo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma”.