Jean Cocteau, anécdotas con Picasso y Lenin
Estuvo en el ojo de la tormenta intelectual del siglo veinte, cultivando la amistad de algunos de los principales artistas y personalidades de la época.
Poeta, narrador, memorialista, autor teatral, cineasta, dibujante, músico, fueron algunas de las versiones más lúcidas de Clément-Eugène-Jean-Maurice Cocteau, a quien llamaban sencillamente Jean. Nacido en las cercanías de París el 5 de julio de 1889. Fue uno de los artistas más célebre y polifacéticos de la primera mitad del siglo XX. Siendo el niño mimado de los salones parisenses de la belle époque, Diáguilev —una de las personalidades más trascendentes de la historia del ballet— no resistió su feroz encanto y le lanzó un desafió que cambió su vida. Al observarlo desde su monóculo, espetó al niño: “¡Asómbrame!”. Desde ese momento, Jean jamás dejó de intentarlo.
En todos los colegios que estuvo fue pésimo estudiante, no por falta de inteligencia, sino de interés. Volcó todas sus energías en escribir poesía, haciendo amistades en el mundo del teatro y el ballet, hasta que alguien lo calificó de joven prodigio. El escultor italiano Amadeo Modigliani lo consideraba “uno de los nuestros, y Charles Chaplin pasaba con él largas noches de bohemia –en una de las cuales le confesó que vivía triste porque se había enriquecido haciendo el papel de pobre—. Cocteau protagonizó la época de las vanguardias en París, participando activamente en todas ellas, pero sin adherirse del todo a ninguna. En 1930 filmó su primera película, La sangre de un poeta, y dejó al mundo con la boca abierta. Financiada por el vizconde de Noailles, Cocteau quiso agradecérselo haciendo que el aristócrata y su esposa aparecieran en una escena en la que aplauden en un teatro, pero al ver la película montada se horrorizaron al comprobar que lo que aplaudían era un suicidio que había sido filmado por separado. Hasta el día de hoy, es considerada una de las obras cumbre del surrealismo cinematográfico.
Íntimo amigo de Pablo Picasso –quien accedió a participar como actor en una de sus películas–, en las notas al ensayo que le dedicó en 1923, se refería al creador español como un francés más: “No insista en España. Picasso es nuestro. Él ha puesto todas sus fuerzas, toda la astucia de su raza a la escuela y al servicio de Francia”. En otro fragmento, afirmó que el mundo sospecha de la maestría contrastada y que Picasso, con su fantasía profunda, demostraba que no se esforzaba mucho por agradar, pues la fantasía daba a su menor gesto una fuerza mágica. También contó que, un día en que Cocteau estaba muy enfermo, el pintor español le envió un perro recortado de una sola pieza en cartón y tan bien plegado que se sostenía de pie, levantaba la cola y movía la cabeza. “Desde entonces, comparo a mi perro a Petit-Crû, el perro hada de Isolda”, dijo el escritor.
En un reportaje que le hizo la revista Paris review en 1959, Cocteau fue exhortado a hablar de las muchas personalidades luego famosas a las que conoció a comienzos de siglo. Allí reveló un encuentro muy poco conocido: “¿Conoce quizás la obra del pintor Domergue? Chicas alargadas; pintura para almanaques, me temo. El pintor tenía en esos días un domestique; una especie de doncella que se ocupaba de tender las camas y de llenar con carbón los cubos. En la época nos reuníamos en el Café Rotonde. Y un hombre bajito con frente abultada y una barbita en punta venía a veces allí a tomarse una copa y escucharnos hablar. Ese era el domestique de Domergue y no tenía dinero. Una vez le preguntamos (nunca hablaba, sólo escuchaba) qué era lo que hacía. Nos contestó que quería derrocar al gobierno de Rusia. Todos nos reímos, porque desde luego queríamos lo mismo. ¡En esa época vivíamos! Era Lenin”.
Jean Genet definió a Jean Cocteau como “poeta trágico”, y Rilke como “el único al que la poesía descubría el mito”. El propio Cocteau llegó a decir de sí mismo en una de sus brillantes paradojas: “Yo soy una mentira que siempre dice la verdad”. Durante sus últimos años se dedicó exclusivamente a la pintura, sin abandonar su eterna preocupación por el tema de la muerte en cada una de sus obras, realizando la decoración de diversas iglesias en la Costa Azul. Cuando se anotició de la muerte de su amiga Edith Piaf, tuvo un infarto y murió. Juean Cocteau terminó su aventura a los 74 años.