La escritura le cambió la vida y lo trasladó a los pabellones de la Unidad 9
Ana Sicilia es periodista en medios nacionales y desde el año 2017 también se dedica a dictar talleres de lectoescritura en los penales de la Provincia.
Para muchos, el mundo dentro de las cárceles de la ciudad es totalmente desconocido, lo que lleva a generar prejuicios y discriminación. La periodista Ana Sicilia rompió con las berreras del estigma y desde el 2017 se sumó a dar talleres en la unidad 9 de La Plata, hecho que luego tradujo en la unidad 43 de González Catán.
“Para mí el trabajo en cárceles era una cuenta pendiente. Cuando me convocaron para participar del espacio El ágora en la Unidad 9, fui y les conté a los chicos que la escritura había sido un espacio de refugio para mí cuando me quedé sin trabajo y me abracé a eso, entonces les propuse que hagan un ejercicio de escritura y les gustó mucho”, señaló Ana en diálogo con diario Hoy.
En las siguientes visitas a la unidad, la joven notó la falta de libros en los pabellones. Con la convicción de que no se puede escribir sin leer, comenzó una campaña de colecta para armar una biblioteca para ellos.
Así, a través de las redes sociales, donde tiene más de 20.000 seguidores, pudo juntar cientos de libros que serían los nuevos elementos para poner en marcha sus proyectos en el taller.
“Somos muchos los talleristas en todo el país que lo hacemos por amor, por militancia. Luego me ofrecieron armar un taller desde cero en la unidad 43 de La Matanza, armamos otras bibliotecas en los pabellones y ya llevamos 9 hechas”, repasó Ana.
Desde el lado de los internos, la recepción fue muy buena. En la unidad de La Plata ya tenían una cierta experiencia, pero luego se fueron sumando más a la propuesta. Para muchos, fue la primera vez que se acercaban a los libros.
En tanto, en el último fin de semana cuando se festejó el Día de la Niñez, acercó una biblioteca móvil llena de libros infantiles para los hijos de las detenidas en la cárcel de mujeres de Olmos.
“No me apuro en el proceso, trato de invitarlos a que se animen a acercase, a leer aunque les cueste, que no se burlen entre ellos para que sea un espacio de apoyo. Pasó que hubo chicos que nunca habían tocado un libro y terminaban uno entero y eso se vive como un logro, más que personal, colectivo”, señaló.
Algunas historias lograron marcar la diferencia entre los hombres y mujeres que pasan sus días tras las rejas. Muchos de ellos ni siquiera terminaron la educación primaria y un libro que llega en un mal momento, a veces es la solución a otros problemas.
“Es muy difícil seguir el camino de alguien porque los traslados hacia otros penales hacen que se pierda el contacto. Para mí cualquier cambio es profundo, entonces estos casos de chicos que entienden la importancia de saber leer y las herramientas que les da para que la realidad no les pase por adelante sin poder verla”, subrayó Ana.