cultura

Leonardo Padura, el hombre que ama las historias

El escritor cubano acaba de publicar Como polvo en el viento, una novela que entrelaza relatos de compatriotas suyos dispersos por el mundo que no han perdido su sentido de pertenencia.

Desde que publicó El hombre que amaba a los perros –una fascinante reconstrucción novelada de la vida de Trotsky y de su asesino, Ramón Mercader–, Leonardo Padura ha pasado a ser uno de los escritores más leídos en el mundo, ganador del Premio Príncipe de Asturias y candidato al Nobel.

—¿Cuál fue el mayor desafío que le presentó la escritura de Como polvo en el viento?

—El mayor: escribirla. De la primera a la última página. Escribir no es fácil, y si uno se propone escribir bien, pues es más complicado. Y en esta novela tenía desa­fíos a montones. Llevar una historia con tantos personajes, tantos años, a través de tantas páginas, es un problema mayor. Crear a tantos personajes femeninos im­portantes fue complicado para mí. Darle a la novela la estructura que mejor expresara mis preocupaciones y que resultara atractiva para el lector… Fueron muchos desafíos.

—¿Escribió la novela con todo el material ya a la mano y la historia en la cabeza?

—Nunca tengo todo el material a la hora de empezar a escribir una novela. Una de las cosas más atractivas que tiene ese proceso son los descubrimientos que voy haciendo en la medida en que avanzo en la construcción de la historia. Ahí es cuando los personajes cobran vida y empiezan a reclamar decisiones y actitudes que uno no había previsto. Y el propio argumento comienza a moverse y propone caminos y acontecimientos que no estaban programados. Yo escribo mis novelas escribiéndolas.

—El exilio es una constante en sus libros. ¿Alguna vez lo tentó la idea de exiliarse de Cuba?

—Me tentó la idea de establecerme en otro sitio, creo que como a cualquier persona que encuentra lugares que tienen algunos atractivos específicos para uno. Pero nunca pensé ni he pensado en exiliarme. Para hacer mi trabajo como escritor, yo necesito de la cercanía con mi contexto, mis personajes, mis conflictos, y todos ellos salen de la realidad cubana. Incluso los que no son cubanos, porque en realidad lo son, como ocurre en mi novela El hombre que amaba a los perros.

—¿Cuáles son sus señas de pertenencia más fuertes como cubano?

—Mi forma de asumir la lengua española es la primera, pues es mi instrumento de comunicación y trabajo. Yo hablo en “cubano” y escribo en “cubano”, quizás incluso en “habanero”... Además, soy consumidor fanático de béisbol, me gustan los boleros, soy gregario, detesto el frío... Nada, que soy cubano por mis 64 costados, como dije alguna vez.

—El primer destierro que todos sufrimos es el de la infancia, a la que Rilke consideraba nuestra verdadera patria. Le pido algún recuerdo de su infancia

—De la infancia: ver a mi madre leyendo en las noches, luego de un día de mucho trabajo. Y, más bien de la adolescencia, el efecto que me causó la lectura de El conde de Montecristo: fue descubrir la magia de la literatura.

—En Como polvo en el viento aparece Argentina. Le voy a nombrar dos escritores argentinos y usted diga lo que quiera sobre ellos. El primero: Julio Cortázar

—Fue un descubrimiento el modo en que explotaba su imaginación. Y me parece mejor cuentista que novelista.

—Osvaldo Soriano

—Un loco maravilloso. Abrió grietas al muro del boom, esos espacios por donde hemos pa­sado los que veníamos detrás. Su muerte dejó un vacío.

—¿Con qué argentino o argentina le gustaría conversar
largamente, y sobre qué?

—Con Eva Perón... sobre cómo piensa que ha sido tratada por el cine y la literatura. Debe ser una tremenda conversación.

—Faulkner alguna vez dijo que el artista “es completamente amoral en el sentido de que será capaz de robar, tomar prestado, mendigar o despojar a cualquiera y a todo el mundo con tal de realizar la obra”, ¿coincide?

—El escritor es un ladrón de historias. Ni siquiera a Henry Miller o a Bukowski pudieron pasarles todas las cosas que cuentan en primera persona... Nos alimentamos de lo que vamos tomando de los demás, historias, pensamientos, actitudes. A veces los tomamos de la basura, a veces nos los regalan, a veces los robamos. No queda otra.

—¿Se le ha ocurrido alguna historia con la pandemia como trasfondo?

—No. Necesito tiempo para que sea pasado y, desde ahí, observar el panorama y devolver esa historia.

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