Ciencia

Los pueblos originarios llegaron a las Malvinas antes que los europeos

Un equipo de la Universidad de Maine encontró pruebas que señalan que los nativos sudamericanos probablemente viajaron al archipiélago entre los años 1250 y 1420.

De acuerdo a un estudio publicado en la revista especializada Science Advances, los primeros en poner sus pies sobre las Islas Malvinas no fueron exploradores españoles, franceses o ingleses. Un equipo capitaneado por Kit Hamley, investigadora de la Fundación Nacional de Ciencia del Instituto de Cambio Climático de la Universidad de Maine, encontró pruebas que señalan que los pueblos originarios sudamericanos probablemente viajaron al archipiélago entre los años 1250 y 1420. Es decir, al menos 300 años del desembarco de los marinos europeos.

Si bien los investigadores no descartan que el desembarco se produjera antes (existen fuertes indicios de que los humanos llegaron a las islas en la prehistoria), todas las pruebas basadas en la datación por radiocarbono de restos de carbón y huesos de animales apilados señalan que tuvo lugar hacia el siglo XIII y principios del siglo siguiente. Los restos de carbón registraron marcas de aumento de actividad de incendios alrededor del año 150 de nuestra era y dos picos abruptos -que podrían significar actividad humana- en 1410 y 1770, esta última fecha coincide con los primeros asentamientos europeos.

En cuanto a las muestras de huesos, los investigadores recogieron piezas de leones marinos y pingüinos en la isla de Goicoechea (o, según su acepción británica, New Island), cerca del lugar donde se descubrió una punta de proyectil de piedra similar a la que los pueblos originarios de la Patagonia han utilizado en los últimos 1.000 años. Los huesos estaban apilados concienzudamente, lo que indicaría que fueron personas quienes los colocaron allí.

Según la teoría de los investigadores, los pueblos originarios visitaron las islas varias veces, pero no se quedaron mucho tiempo. Como resultado, dejaron pocas pruebas culturales y materiales, aunque suficientes para que el equipo de Hamley encontrara una huella antropogénica y paleoecológica discernible.

“Estos hallazgos amplían nuestra comprensión del movimiento y la actividad indígena en el remoto y duro océano Atlántico Sur”, aseguró Hamley, y agregó: “Esto es realmente emocionante porque abre nuevas puertas para colaborar con las comunidades indígenas descendientes y que crezca nuestra comprensión de los cambios ecológicos en toda la región”.

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