Medio siglo unidos por la amistad, el trabajo y el amor por la camiseta

Ricardo y Miguel fundaron una tradicional carnicería en el barrio del Policlínico. Una historia de esfuerzo y constancia que hoy celebra sus bodas de oro junto a sus vecinos

Miguel Sarachi y Ricardo Ipoutcha son grandes amigos. Juntos llevan adelante un negocio desde hace cincuenta años: una tradicional carnicería ubicada en el corazón del barrio Políclínico.  

Fanáticos del club Estudiantes de La Plata, se conocieron en un trabajo administrativo, allá por el año 1967. La relación rápidamente se fue convirtiendo en una amistad y cuando falleció el papá de Miguel, este le sugirió a su colega “dar continuidad a la carnicería de su viejo”. Así fue como, sin saber nada del rubro, tomaron proveedores y apostaron a abrir un local en la esquina de 2 y 69.

“Todo este tiempo el comercio se mantuvo igual, con los azulejos anaranjados del frente y los pisos granito de adentro”, contó a este medio María de los Ángeles Ipoutcha, hija de Ricardo.

 “No dejan que nadie se meta en la decoración, como así tampoco en los asuntos internos de la carnicería. Si la han pasado mal no nos enteramos, si les robaron no supimos cuánto. Ellos son así, tienen su propio mundo en el local”, agregó orgullosa.

Dedicación y sacrificio

Cada 2 de enero, los Sarachi e Ipoutcha se juntan para festejar el aniversario de “La Vaca Tuerta”. A propósito de su curioso nombre, ni siquiera sus dueños saben de dónde proviene. 

“En realidad tal vez lo sepan, pero no es algo que nos develen con sinceridad. Siempre cuentan muchas historias de los orígenes, casi todas relacionadas con clientes”, dijo María de los Ángeles, que además es ahijada de Miguel, en honor a los años de amistad.

En relación a la continuidad del negocio, los compañeros parecen no presagiar un final para la carnicería. De hecho en pleno brindis, aseguraron “que van por los sesenta años” del emprendimiento. 

La pregunta que se hacen tanto sus familiares como los vecinos que compran regularmente es cómo conservan ese espíritu de sacrificio, de levantarse de lunes a lunes a las cinco de la mañana para entrar a trabajar a las seis y permanecer en el local hasta las 19. 

Sorprende que Miguel y Ricardo solo tienen dos colaboradores en la carnicería, y a los trabajos de corte de las reses, la atención al público y el reparto a domicilio se le suman los de elaboración de chacinados, hamburguesas y milanesas. 

La peculiaridad por la que se hicieron conocidos como carniceros es que no utilizan harinas para los chorizos ni agregados para las hamburguesas. “Sí muchas especias y variedades de gustos que combinan quesos y verduras, por ejemplo”, comentó la hija de uno de los dueños.

Así, al cumplirse medio siglo de levantar la persiana, hoy irán a trabajar con la satisfacción de haber formado no solo una sociedad económica, sino también un vínculo más profundo y duradero, que hizo de dos familias una sola. 

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