Cultura

Mercedes Sosa: cuando la tierra canta

Es la cantora popular argentina por antonomasia. Sufrió prohibiciones y exilios. Todo lo que cantó tiene para siempre el sello de su excelencia.

Acaso hay una sola alabanza que la hubiera hecho feliz: la que describe su vida como un vasto poema de amor donde el ser humano convive en pie de igualdad con el resto, consciente de que no es sino un soplo de arena en la enorme playa del universo; porque los sueños (y la convicción para defenderlos) que heredamos de Mercedes Sosa aún siguen de pie y ahora son los nuestros.

Haydée Mercedes Sosa nació en San Miguel de Tucumán el 9 de julio de 1935, en el seno de un hogar humilde. Su padre pintaba trenes en Tafí del Valle, hasta que quedó cesante; entonces fue a Buenos Aires, trabajó en el puerto, fue estibador. Pero no pudo aguantar más sin su familia y regresó. Finalmente consiguió trabajo en el Ingenio Guzmán, alimentando chimeneas. Su madre era lavandera, pero además cosía, planchaba pilas de ropa y sufría mucho: “A nosotros nos tenía hechos una pintura, nos vestía con ropa que le regalaban y rehacía”.

Nadie cantaba en su casa. El único cercano a un escenario era un tío llamado Villa, que por algún tiempo trabajó en el cuerpo de baile de la compañía de Carlos Gardel. En esa época, ella tenía pánico de cantar en público, pero se desafiaba a sí misma para vencer el miedo. La primera vez fue en el colegio, cuando una maestra la hizo pasar al frente para cantar el Himno. Vio que en la cara de sus compañeros de grado no había burla sino respeto, y sintió que esa fue la primera ovación que recibió en su vida.

A los 15 años, un día que regresó más temprano de la escuela, por pura broma se metió en la radio y cantó la única canción que sabía: El Pintao. Era un concurso, lo ganó. Participó con el seudónimo de Gladys Osorio. El premio era un contrato de dos meses en LV12 Radio Independencia.

Mercedes se recibió de maestra y siguió cantando. Pronto llegaría el salto a Buenos Aires que, lejos de ser una experiencia feliz, empezó con graves dificultades: “Las pasé jodidas. Yo estaba gruesa de mi Fabián -su primer hijo- a finales de 1958. Y con el canto no alcanzaba. Anduve muchos meses de pensión en pensión después de que él naciera. Finalmente, lo llevé a mi Fabián a Tucumán y lo dejé con mi mamá. La separación de mi hijo me destrozó”.

La persecución y el hostigamiento a los artistas populares que llevó adelante la última Dictadura cívico-militar la obligaron a exiliarse. A comienzos de los 80 fue detenida en la ciudad de La Plata junto con todo el público que había ido a verla cantar al mítico Almacén San José. Poco tiempo después, se instaló en París, para finalmente afincarse en Madrid. No pudo regresar a un escenario argentino hasta el 18 de febrero de 1982, un par de meses antes de que la Dictadura se embarcara en la Guerra de Malvinas.

El 4 de octubre de 2009 enmudeció el corazón de la tierra. Mercedes Sosa inició la gira más larga, esa que no acaba mientras alguien necesita el consuelo de una canción. Dejó tras de sí una estela de fulgor que seguirá en ese lugar inexpugnable al que su voz nos empujó: un sitio donde todo vive, incluso lo que ya no está.

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