El luthier platense Juan Pablo Fredes confeccionó y donó el instrumento

Niños franceses estudiarán música con un bandoneón fabricado en La Plata

Por encargo del conservatorio de Aviñón, el luthier platense Juan Pablo Fredes confeccionó y donó un instrumento  adaptado para infantes, que viajará rumbo al Viejo Continente 

En un humilde taller del barrio San Carlos, el luthier Juan Pablo Fredes realiza una actividad que resiste al paso del tiempo: buscando que el aprendizaje y la ejecución del bandoneón no mueran, confecciona instrumentos para niños. Su actividad resulta tan específica, que es el único que la realiza en todo el mundo. Por este motivo, desde el conservatorio de Aviñón lo contactaron con la intención de comprarle tres ejemplares, para que estudiantes franceses pudieran aprender a tocarlos.

Al no poder completarse el negocio por cuestiones administrativas, este hombre, que nació en la localidad de Tapalqué y que reside en la ciudad desde hace casi medio siglo, decidió donar uno de manera desinteresada, resignando tiempo y dinero.

“El año pasado les había dado el presupuesto y me habían dicho que aceptaban. Luego fue imposible exportarlos, porque un taller de artesanías no puede mandar sus productos, sin antes pasar por miles de trabas burocráticas. Lo único que yo quiero es hacer bandoneones y divertirme, así que decidí donarles uno”, comentó Fredes a este medio.

Mario Toscano, un pianista italiano que se encuentra de visita por la ciudad, será el encargado de llevarlo hasta Francia. “Ya estuvimos en contacto con la directora del conservatorio y ella me está esperando con ansiedad”, dijo el emisario.

La historia de una pasión 

Producto de un trabajo minucioso, Fredes demora alrededor de tres meses para fabricar cada bandoneón. Algunos de sus instrumentos fueron vendidos a Italia, tocados por orquestas juveniles y hasta probados por el gran Rodolfo Mederos. “Se trata de un trabajo artesanal”, explicó.

Por lo costosos que son los materiales que se utilizan en su confección, el ejemplar que viajará a Francia está valuado en 1.900 dólares. 

Hijo de obreros y consciente de que el valor de estos instrumentos impide a muchos chicos acceder a la música, Fredes se encuentra trabajando en un proyecto de fabricación de bandoneones con materiales reutilizables. Para su confección, ya está recolectando maderas de cajones de pollos, cartones de cajas de banana y tapitas de gaseosas para las botoneras. “La gente me ve por la calle con el guardapolvo, cargando los cartones y debe pensar que estoy en la ruina”, aseguró entre risas.

El sueño del artista

Fredes, que se dedica a la actividad desde hace más de 15 años, comenzó a pensar en fabricar bandoneones adaptados tras una frustración que tuvo cuando era niño. “Empecé a tocarlo a los ocho años, pero por su tamaño me resultaba imposible manejarlo. Le decía a mi mamá que cuando fuera grande iba a hacer bandoneones para chicos”, recordó.

Trabajador incansable, este artista local mantiene un sueño que se repite cada noche a la hora de dormir: “Que todos los niños del país puedan tocar el bandoneón”.

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