CULTURA

Oski, el maestro de la historieta que fue profesor en La Plata

Oscar Conti, más conocido como Oski, fue maestro de Caloi y Fontanarrosa y es considerado uno de los mayores humoristas gráficos de nuestro país

De chico dibujaba copiando. Cuando se recibió de bachiller, pensó comenzar la carrera de Medicina, pero su familia se arruinó económicamente. Entró en Agronomía porque el ingreso era libre. Su inclinación por el dibujo lo llevó a Bellas Artes. Quería un título que le permitiera trabajar. De noche estudiaba y de día trabajaba en lo que podía. Creyó que podía juntar su vocación artística con una ocupación remunerada en el diario Crítica. Ahí hacía títulos. Dijeron que comenzarían a pagarle cuando lograse dominar el oficio: “Quizá no lo conseguí, porque no cobré nunca”, confió una vez. Dejó el periódico y los estudios de Agronomía y empezó a trabajar en una editorial dibujando láminas escolares. Mostraba sus dibujos a distintas revistas. No pasaba nada.

“Mi inclinación por la pintura comenzó entonces. Me había recibido de profesor en Bellas Artes y estudié con Centurión, que había sido profesor en la escuela. También estudié con Pettoruti. Parece que andaba necesitado de algunos mangos y enseñaba en una casa de Charcas y Callao. Recuerdo que nos hacía hacer esfuerzos raros. Nos hacía dibujar como decía que hacían en el Renacimiento: en un palo largo te ataba una carbonilla y vos tenías que copiar una naturaleza muerta. Era difícil, pero parece que el dibujo sale más fresco”. Con el título de profesor de Bellas Artes, consiguió dar clases en La Plata. Apenas cuatro horas semanales, pero fue por entonces su único ingreso regular: “Para no morirme de hambre, seguía haciendo dibujitos para publicidad”.

En 1942 apareció la revista ­Cascabel y tuvo su primer contacto con los dibujos del norteamericano Saul Steimberg; la línea sencilla, sin detallismo: “Ver eso fue ­fabuloso. Me di cuenta de que lo que uno hace en broma, para divertirse, se podía publicar. Venciendo mi timidez, llevé mis trabajos a Cascabel. Eran unos chistes que ahora darían miedo, sin embargo parece que gustaron porque el 1° de abril de 1942 me publicaron uno. Ellos hacían la revista con una receta que cobró vigencia hasta hoy: muchas chicas monas con poca ropa y mucho humor”.

Fue entonces que Oscar Conti se transformó en Oski, el diminutivo familiar de Oscar: “Ahí empecé a hacer César Bruto. Carlos Warnes lo escribía y yo lo ilustraba. Lo cierto es que a mí me interesaba la pintura, y los chistes eran un ganapán”. Ya estaba acuñado ese estilo de dibujo que haría escuela. Caloi dijo que Oski le enseñó a “darle bola a la espontaneidad de los bocetos (una vez lo encontré calcando, en su estudio; le pregunté si no le daba vergüenza, y me mostró lo que calcaba: uno de sus propios bocetos)”. Fueron muchos los dibujantes que se nutrieron con las enseñanzas de este maestro. En el libro El descubrimiento de América, le rinden homenaje Fontanarrosa, Caloi, Sábat, Sendra y Rep.

Era un hombre inquieto: “Un día largué todo y me fui a Perú. No sé por qué lo elegí. En el 43 estaba instalado en el Cuzco. Estudié Arqueología y Folclore en la universidad. Seguí mandando mis dibujitos a Buenos Aires. Allí hacía cosas que tenían que ver con el surrealismo. Los cuzqueños no tenían ni idea de qué se trataba. Saqué cientos de fotografías que después vendí en Viena. Además de fotografiarla, dibujé esa realidad”.

Reírse del absurdo

Su regreso a Buenos Aires coincidió con la aparición de Rico Tipo. Para esa revista, Oski creó “Amarroto”, su único personaje de tira cómica: “Estaba basado en un tío mío que era comisario”. El éxito no calmó su vocación andariega, y en 1946 se fue a Chile. Desde entonces iba y venía constantemente de un país a otro, hasta poco antes de la caída de Allende.

Hacia fines de la década del 40 sus trabajos comenzaron a tener una muy buena acogida en Europa: “En el 48 me fui a Italia, trabajé en muchos diarios y revistas desde el primer momento porque mis trabajos se conocían. Trabajé en publicidad. Hice el Zodíaco, un mapa de los vinos de Italia y las tablas médicas de Salerno, esa escuela médica que duró hasta Napoleón”.

Para Oski, la comicidad es una manera de sobrevivir a la angustia: “El humor es una forma de salir afuera.

Me río de lo ilógico, de las situaciones absurdas, como ese tipo que inventó un submarino a pedal o ese español que batalló ocho horas levantado sobre la ­montura de su caballo porque tenía clavada una flecha en el culo”.

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