CULTURA

Hermann Hesse, el poeta del doloroso autoanálisis

Es considerado por muchos como uno de los autores que, en busca de su identidad, llevaron al límite su propio sufrimiento y dudas existenciales para terminar creando grandes obras literarias que no pierden vigencia.

Hermann Karl Hesse nació en Calw, localidad ubicada en Wurtemberg, Alemania, donde transcurrieron los tres primeros años de su vida (hasta 1880) y tres años de colegio (1886 a 1889). Descendiente de misioneros cristianos, la familia tuvo desde 1873 una editorial de textos ­religiosos dirigida por el abuelo materno de Hesse, Hermann Gundert. Era hijo de ­Johannes Hesse, nacido en 1847, hijo de un médico originario de Estonia, y de Marie Gundert, nacida en Thalassery, India, en 1842. Hesse tuvo cinco hermanos, de los cuales dos murieron prematuramente.

La casa paterna, así como su educación, marcaron desde temprano el temperamento de Hesse: dos veces en su vida se agudizó dramáticamente su estado psíquico. Tras la huida del seminario monacal en Maulbronn, en 1892, cuando contaba con 15 años, sus padres lo llevaron al centro de Christoph Blumhardt, un teólogo amigo. En ese hospital privado, Hesse llevó a cabo un intento de suicidio, ante lo cual, tras solo 14 días, Blumhardt recomendó el traslado a un manicomio del poseído por la “maldad y el satanismo”. Luego los padres lo ingresaron en el centro de salud y cuidados de Stetten, donde permaneció cuatro meses. El diagnóstico según la ficha médica: melancolía. En octubre de 1892, Hermann fue dado de alta de ese psiquiátrico y los padres consiguieron que el hijo ingresara en el liceo de Cannstatt, que abandonó al cabo de un año.

Una segunda crisis grave en su vida se produjo por la Primera Guerra Mundial, que provocó graves tormentas espirituales en el sensible Hesse. Una enfermedad grave de su hijo más joven, la muerte de su padre en 1916, la Primera Guerra Mundial, una crisis ­matrimonial y la enfermedad psíquica de su esposa Mia empujaron a profundas ­depresiones al poeta, quien ya para entonces era popular.

Su estado de salud estaba tan maltrecho que tuvo que hacer un tratamiento psicoanalítico en la clínica privada Sonnmatt de Lucerna. Celebró 72 consultas con el doctor Josef Bernhard Lang, un colaborador de Carl Gustav Jung, en las que logró salir de su entumecimiento y superar hasta cierto punto la crisis. El encuentro con el psicoanálisis, que le ayudó a enfrentarse a los conflictos de sus años de juventud, se convirtió en un importante punto de inflexión en la vida de Hesse.

En cuanto a la poesía, el período del ­cambio y el nuevo comienzo se refleja en Demian (1919), como un intento de explicarse a sí mismo.

Demian, una especie de autorretrato en épocas de un nuevo despertar

Hermann Hesse firmó Demian con el seudónimo de Emil Sinclair, como él mismo contó: “Sinclair fue el seudónimo que elegí, en la época de prueba más amarga de mi vida, para algunos de mis ensayos escritos durante la guerra de 1914 y luego para el Demian. Bajo el signo de Sinclair se halla para mí, aún hoy, aquella época decadente, la agonía de un mundo hermoso e irrecuperable, el despertar, en un principio doloroso, después aceptado plenamente, a una nueva compresión del mundo y de la realidad, el descubrimiento súbito de la unidad bajo el signo de la polaridad, de la coincidencia de los antagonismos, tal como los maestros del zen la trataron de traducir a fórmulas mágicas hace miles de años en China”.

En Demian también se reproducen las charlas terapéuticas con el doctor Lang (que en la novela se llama Pistorius): “Todo, incluso lo más banal, chocaba dentro de mí en el mismo punto con un mazazo silencioso y continuo. Todas las sesiones ayudaban a raspar pieles de mí, a romper cáscaras de huevo, y después de cada una la cabeza se alzaba un poco más, algo más libre, hasta que mi pájaro amarillo eclosionaba como un hermoso pájaro con cabeza de depredador saliendo de la destruida cáscara del mundo”.

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