cultura

Para recordar cantando a Diego

Las canciones que celebraron en vida al más grande.

La más popular de todas las canciones maradonianas es La mano de Dios, en la voz del Potro Rodrigo, quien la estrenó en Cuba acompañado por un trío local, cantándosela personalmente al Diego. La canción de un ídolo a otro. Pese a que no soslaya momentos dramáticos en la vida de Maradona, la canción tiene una irresistible vitalidad, la misma alegría contagiosa que irradiaba Maradona en las canchas.

Charly García tuvo una muy buena relación con Diego Maradona, quien lo entrevistó en su programa televisivo La noche del Diez. En agosto de este año, en su casa en Brandsen, Diego recibió de manos de su abogado una carta escrita por Charly en la que le decía: “Recordá que sos un genio y que todos te aman”. Ambas vidas tienen más de un punto de contacto: haber llegado a la cima del talento y despeñarse en los abismos de la soledad.

Los Piojos, en el disco Tercer arco, incluyeron la canción Maradó. Tres años después se registraría la versión en vivo, con introducción del propio Diego entregándoles los últimos botines con los que entró a una cancha. “Cuando se caigan a pedazos las paredes de esta gran ciudad, cuando no queden en el aire más cenizas de lo que será”, escribió Ciro; y las multitudes, caladas de tristeza hasta los huesos, completaron tácitamente en su despedida: “El recuerdo de Diego seguirá vivo”.

Los Ratones Paranoicos, en su álbum Para siempre Diego, incluyen el tema que Juanse compuso para ser estrenado en el partido homenaje a Diego Maradona, el 10 de noviembre de 2001 en La Bombonera. En este, Diego es “una religión”, “una identidad” y el deseo –que sabemos satisfecho- de verlo “gambeteando por toda la eternidad”.

Andrés Calamaro también cantó “a ese ángel con las alas heridas”, que “tiene un guante blanco calzado en el pie del lado del corazón”. Además de la canción del disco Honestidad brutal, volvería a dedicarle una canción –esta vez cantando junto al propio Diego-, titulada Hacer el tonto. Mi enfermedad –también de Calamaro-, fue la elegida por el Diego, en la versión de Fabiana Cantilo, para que sonara en su regreso al fútbol como jugador del Sevilla, luego de la sanción por doping.

El inolvidable músico de Tolosa, Jorge Alorsa –de La Guardia Hereje-, le dedicó al mago de la pelota Para verte gambetear, una crónica poética del periplo de Maradona de la villa para el mundo “con la sonrisa de pibe, con el brazo guerrillero, el corazón de arrabal y la zurdita endemoniada”. No hace falta más que entrecerrar los ojos para imaginarlos a los dos conversando sentados sobre la más rea de las nubes.

Julio Lacarra editó en 1995 Dale diez, una canción elegida por Diego para que se pasara en la cancha el día de su regreso a Boca como una manera, tal como dice la canción, de “hacerle un corte de manga a la mufa y los presagios”.

El juglar Rafael Amor, con su lira de arrabal y su corazón de hombre de barrio, saludó a Maradona en una letra (ver “DIEGOZANDO”) que aún no llegó a musicalizarse, omisión que quizá algún músico repare al leer esta nota, para exorcizar tanta tristeza.

DIEGOZANDO

Con otros reos mal vistos de otros barrios,
“saltatapias”, “sacalenguas”,”bocasucias”,
“pisadores”, “manijas”,”piesconguantes”,
que se juntaron con amor en el aguante,
se armó el picado de regalo pa´l Pelusa.
Marcados de reojo por la yuta,
prontuariados de altivez y rebeldía,
con su aristocracia desfachatada y rante,
ante la impotencia de los elegantes,
tiraron caños, paredes y poesía.
La garganta del pueblo enronquecida,
entre un vendaval de cuetes y banderas,
con la consigna de su nombre, era un clamor,
para un “gordito” con un diez, que con amor,
lloró de inmortal allá en la Bombonera.
Los amargos “mesebarbas”, petulantes y “alibrados”,
vacas sagradas, que no saben pegarle con la zurda,
vieron con asombro que sin su permiso,
esa runfla de zarpados e insumisos
sacaban de la galera lo popular y la ternura.
Y hablarán del balurdo del negocio,
de la sensiblería, lo cursi, lo populachero,
nosotros los grasas la sabemos lunga
-no nos vamos a meter los garfios entre pungas-
que en todo eso hay algo verdadero,
pero también sabemos que donde esté el Pelusa
no se traiciona el alma del potrero.

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