PUPA, un programa ideal para afrontar momentos de crisis

Además de mejorar la nutrición de las personas que asisten a los comedores de la ciudad, la nueva unidad productiva del Banco Alimentario platense permite extender la vida útil de frutas y verduras, disminuyendo el desperdicio de comida.

Desde la llegada del coronavirus, muchos de los problemas sociales que afectaban a la población se vieron exacerbados. Más allá de las consecuencias directas derivadas de la enfermedad, aún preocupan las secuelas que pueda dejar la pandemia.

Uno de los puntos más inquietantes tiene que ver con la alimentación y el desperdicio de alimentos. De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), el número de personas con condiciones de subalimentación aumentó a entre 83 millones y 132 millones durante el 2020.

Por si esto fuera poco, desde el organismo aseguran que un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se desperdicia. Según estiman, el 50% de ese producto que se tira podría nutrir a todo el planeta.

Frente a esta necesidad, desde el Banco Alimentario de La Plata pusieron en marcha una Pequeña Unidad Productiva de Alimentos (PUPA), cuyo fin es recuperar frutas y verduras y transformarlas en productos congelados para los comedores comunitarios que reciben su colaboración.

En diálogo con diario Hoy, Gastón Zappalá, director general de la institución, explicó: “La PUPA es una idea que surgió hace cuatro o cinco años atrás como respuesta a un problema que tiene varias aristas. Por un lado, estaba el bajo consumo de verduras y frutas a la que llegábamos desde el Banco. Al indagar un poco sobre los motivos nos encontramos con causas vinculadas a lo cultural y a la falta de tiempo que tenía la gente de los comedores para poder cocinar una verdura o una fruta”.

Por otro lado, Zappalá destacó el estado en el que llegaba ese alimento a los comedores. “Muchas veces había donaciones gigantescas de un monoproducto y llevarle 100 kilos de lechuga a un comedor era una locura. También se entregaban alimentos que daban de 24 a 48 horas de vida útil, que después de ese tiempo se convertían casi en un desperdicio”, agregó.

Más allá de la idea, el Banco tuvo que obtener a todo tipo de equipamientos y maquinarias, a las que accedieron gracias a diversas convocatorias de financiamiento. El año pasado, en plena pandemia, presentaron un nuevo proyecto que les permitió conseguir los fondos para construir una infraestructura acorde a las normas que rigen en el código alimentario argentino.

Si bien hay una tendencia hacia la reapertura de industrias y el normal funcionamiento de la sociedad, la entidad platense anticipa un año complicado. “Entendemos que las donaciones de alimentos secos y no perecederos, entre otros, van a mermar un poco más. Va a ser un año difícil en todo sentido, porque el incremento de ayuda no va a estar. No vamos a volver a la realidad pre cuarentena”, señaló Zappalá.

Al ofrecer un producto sin conservantes que puede mantenerse en una cámara de frío o en un freezer por meses, esta pequeña unidad se convierte en una herramienta fundamental para afrontar los momentos de crisis. “Es probable que la PUPA siempre tenga ese insumo de materia prima en los momentos de producción, y el poder guardar el producto congelado durante un tiempo debería darnos un changüí de mercadería para poder entregar a lo largo del año”, concluyó.

Quienes quieran colaborar con el programa pueden hacerlo a través del botón “Apoyá a nuestra PUPA”, que aparece en la página principal del sitio web del Banco: www.bancoalimentario.org.ar.

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