Superó el cáncer y corre por cuarta vez la maratón de Buenos Aires

Gabriel Montesco tiene 42 años y participará, este domingo, de los 42K, una de las competencias más importantes del mundo

Gabriel Montesco, de 42 años, recuperado de un cáncer, correrá este domingo por cuarta vez consecutiva, los 42K de Buenos Aires, una de las maratones más importantes del mundo. 

"Este año, el 23 de septiembre voy a estar corriendo mi 4ta Maratón "42K Bs As" consecutiva, teniendo un significado muy especial para mí, ya que se cumplen 10 años de mi trasplante de médula y remisión total de la enfermedad", escribió en las redes sociales el maratonista y agregó:  "Puedo perder la vida, pero la vida no me la pierdo”. 

 Gabriel fue paciente del equipo que entonces lideraba Guadalupe Pallotta, creadora del Servicio de Oncología Clínica del Hospital Italiano de Buenos Aires y actual presidenta de la Fundación. 

En ese entonces, fue diagnosticado con un Linfoma No Hodgkin, tratado en primera línea, recayendo en menos de un año, por lo que se volvió a tratar y entró en remisión.

En octubre de 2008, le realizan un trasplante de médula. Desde entonces permanece en remisión completa. 

Como reconocimiento a la acción de los profesionales que lo atendieron, Gabriel decidió correr los 42K con la camiseta que lleva el isologo y la web de "Tiempo de Vivir", que agradece este gesto solidario de difusión como embajador deportivo de la Fundación.

"Todo empezó en el mes de julio de 2007, con un dolor intenso en la pierna, no había mucho más que eso, pero el dolor era intenso. Decidí ir a la guardia del Hospital Italiano, me hice estudios y volví a casa”, contó.

Luego, detalló: “Pasó un tiempo, y el dolor se intensificaba, esta vez en la columna”.

 Agregó que sentía que era un dolor raro, "Tras una noche sin poder dormir, fui a realizarme una resonancia magnética y comenzó todo”.  "Tras un centellograma y biopsia, determinaron que no tenía cáncer de hueso, que la molestia era un linfoma de no Hodgkin".

 El tratamiento fue duro, "pero siempre estuve convencido que nunca bajaría los brazos y el "motor de todo" fue mi familia, principalmente mis hijos.

 “Por eso empecé con quimioterapia, y me realizaron una criopreservación de células madres", por si llegaba a existir una recaída y había que acudir a un autotransplante de médula ósea.

"Tras el trasplante y después de casi un mes de internación totalmente aislado, recibí el alta”, concluyó.