cultura

Un asesinato político que sigue despertando preguntas

Es uno de los nombres más emblemáticos de la revolución rusa. Fue el jefe del ejército rojo y, al mismo tiempo, un fino crítico literario.

Su biografía más completa la escribió Isaac Deutscher, en tres tomos titulados, respectivamente: El profeta armado, El profeta desarmado y El profeta desterrado. Fue una obra que se propuso rescatar a León Trotsky de la “enorme carga de calumnias y de olvido” bajo la cual había sido sepultado.

León Davidovich Bronstein nació en Ucrania el 8 de noviembre de 1879. En sus memorias, dice de su infancia: “Se tiene a la infancia por la época más feliz de la vida. ¿Lo es realmente? No lo es más que para algunos, muy pocos. Este mito romántico de la niñez tiene su origen en la literatura tradicional de los privilegiados”. Fue hijo de una pareja de granjeros judíos. De los ocho hijos, solo cuatro sobrevivieron a la difteria. Todos los esfuerzos familiares estaban dedicados a sobrevivir. Se ha dicho que cada ser lleva en sí el resorte de su destino, desarrollado hasta el final por la vida. En el caso de Trotsky, ese resorte parece haber chocado con las duras aristas de su época hasta romperse.

A los 18 años, fundó la Liga Obrera del Sur de Rusia que llegó a tener doscientos miembros en una ciudad de diez mil trabajadores. Estuvo dos años en prisión y cuatro años deportado en Siberia, donde se dedicó a leer a Marx y hacer crítica literaria. Se fugó escondido en un carro de heno y, posteriormente, en Ferrocarril para ir al encuentro de Lenin, luego de quedar deslumbrado con la lectura de ¿Qué hacer?. Con el triunfo de la revolución soviética, fue miembro del Sóviet de Petrogrado, adquirió una inmensa popularidad como orador, formó parte junto a Lenin y Stalin de comité central del partido, fue nombrado comisario del pueblo para la defensa y Jefe del Ejército Rojo —pese a que no tenía experiencia militar—. Cuando Lenin, por un accidente cerebro-vascular tuvo que apartarse del gobierno, la suerte de Trotsky cambió radicalmente.

León Trotsky era crítico de la concepción burocrática del partido, lo que le valió la animadversión a perpetuidad de Stalin y dio inicio a una larga peregrinación por el mundo en busca de un visado, de un cobijo donde descansar de la persecución. Primero, fue el exilio interior, luego Turquía, luego Francia, finalmente, Latinoamérica. Lázaro Cárdenas fue quien le abrió las puertas de México gracias a las gestiones del pintor Diego Rivera. El 9 de enero de 1937, fue recibido en el puerto de Tampico por el célebre muralista, quien estaba con su mujer, Frida Khalo. Vivió con ellos en la llamada “Casa Azul”.

El 20 de agosto de 1940, fue asesinado en su casa de Coyoacán. Había sufrido hasta entonces dos atentados, en uno de los cuales participó el pintor David Alfaro Siqueiros. Ramón Mercader, camuflado bajo la identidad de Frank Jacson, había logrado infiltrarse en el círculo íntimo de Trotsky, haciéndose pasar por un simpatizante. Mercader, por ser una presencia familiar en la casa, se había ganado el derecho de no ser registrado en sus visitas por el riguroso cerco de seguridad. Aprovechando esa circunstancia, se presentó a la tarde con un picahielos escondido entre sus ropas, con el que le destrozó el parietal. Trotsky no cayó ni perdió la lucidez. Antes de morir le dijo a Joe Hansen, su secretario, tocándose el corazón: “Lo siento aquí. Lo lograron”.

Dos días después del asesinato, de acuerdo con las costumbres de México, un largo cortejo fúnebre llevó el cadáver a lo largo de las principales avenidas de la ciudad. Los dolientes improvisaron un corrido: “Murió León Trotsky asesinado/ de la noche a la mañana/ porque habían premeditado/ venganza tarde o temprano/ Fue un martes por la tarde/ esta tragedia fatal/ que ha conmovido al país/ y a toda la capital”. Los trotskistas norteamericanos quisieron llevar el cuerpo a los Estados Unidos, pero el gobierno de ese país se opuso porque no podía concederse visa a un muerto.

Se filmó una decena de películas procurando reconstruir su vida, y muchos libros, entre los que sobresale El hombre que amaba a los perros, del premiado escritor cubano Leonardo Padura, una indagación histórica en forma de novela, que llegaría a convertirse en best seller.

Noticias Relacionadas