CULTURA

Un príncipe en la ciudad de La Plata

En agosto de 1924, Humberto de Saboya vino de visita a la Argentina. Uno de los lugares que recorrió fue el Parque Pereyra Iraola.

"Humberto de Saboya, príncipe de Piamonte, no es rey; pero lo será, dicen, cuando se le muera el padre, que es rey de veras”, escribió Antonio di Benedetto en las primeras líneas de su cuento Caballo en el salitral. Humberto de Saboya, también conocido como Humberto II, fue el último rey de Italia. Su mandato duró tan solo 33 días. Antes de ceñirse la corona, cuando todavía era un príncipe, a sus 19 años, asumió la tarea de representar a Italia en una gira diplomática que lo trajo a nuestro país. Como se consideraba un gran amante de la naturaleza, le propusieron conocer “el paraíso de la biodiversidad” y de esa manera, una fría tarde de agosto, llegó al Parque Pereyra Iraola.

Nació el 15 de septiembre de 1904 en Cuneo, tercer hijo del matrimonio de Elena de Montenegro y Víctor Manuel III (conocido por ser durante muchos años rey de Italia). Cuando viajó a nuestro país, Humberto de Saboya ya había sido nombrado caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro por el entonces rey de España. En virtud de aquellos títulos nobiliarios es que realizó numerosas giras diplomáticas representando a la Corona Italiana.

Entre los viajes diplomáticos, uno de los más relevantes fue el que hizo a América del Sur en 1924, en el que visitó Brasil, Argentina y Chile. Llegó a Buenos Aires el 5 de agosto. La colonia de inmigrantes italianos lo recibió muy ruidosamente, y pugnaban por verlo y saludarlo, en cada una de las visitas públicas que realizaba. Su gira abarcó Rosario, Tucumán, Córdoba y Mendoza. Cruzó los Andes, arribando a Santiago de Chile, y volvió a Buenos Aires el 30 del mismo mes. La prensa guardó hacia él una actitud que muchas veces iba más allá del respeto para terminar en la adulonería, tal el caso del diario La Gaceta de Tucumán, que publicó: “Bienvenido, Señor, a nuestra casa/ donde todos te aclaman y te admiran:/ los hombres, que aprendemos de tu raza,/ las niñas, que por príncipes suspiran…”.

Aquella mañana de agosto en que el príncipe visitó nuestra región, la Estación Pereyra Iraola fue engalanada con flores y banderas argentinas e italianas. El arribo fue alrededor de las 11 de la mañana. Lo esperaban las autoridades, encabezadas por el gobernador José Camilo Crotto. Había muchos funcionarios y personalidades vestidas con jaquette y galera. Muchos vecinos, principalmente los italianos, agitaban pañuelos y le lanzaban flores. El príncipe estaba acompañado por dos custodios que, además de protegerlo, se aseguraban de que no se saliera del protocolo. Esos guardianes eran su preceptor, el almirante Atilio Bonaldi, y el embajador de Italia, Luigi Aldovrandi. El príncipe fue agasajado con un almuerzo en el Palacio Uriburu, una joya arquitectónica símbolo de la aristocracia, que en los años 60 un incendio reduciría a escombros.

Seis años después, Humberto de Saboya se casó con la princesa María José de Bélgica, con la que tuvo cuatro hijos. Cuando en 1946 su padre, Víctor Manuel III, tuvo que abdicar de su cargo como rey, asumió él. Sin embargo, Humberto II solo pudo reinar durante 33 días, ya que tuvo que aceptar los resultados del plebiscito en el que los italianos optaron por la República como forma de Estado. El rey depuesto abandonó Italia y se instaló en Portugal. Fue íntimo amigo y benefactor de la joven y genial Amalia Rodrigues. Se rumoreaba que eran amantes, pero el príncipe a partir de su divorcio comenzó a ser considerado abiertamente gay. Murió en Ginebra el 18 de marzo de 1983.

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