cultura

Un testimonio desgarrado entre el deber y la pasión

Karin Boye era llamada la niña triste de la poesía sueca, incomprendida por la sociedad de su época, castigada por su temprana defensa del feminismo.

Aunque apartada del cristianismo, esta intelectual marxista poseía una vaga religiosidad. Sus poemas son un canto a la vida total y eterna que se funda con Dios. En Kollocaine evoca el aspecto negativo de la sociedad totalitaria; está inspirado en las impresiones que en ella suscitó un viaje que realizó a la Rusia soviética. Ya en sus primeros poemas reveló una notable técnica; en prosa, se esforzó por narrar con un estilo personal, a veces en el marco del expresionismo alemán. Su visión del fracaso se plasma en Demasiado pequeño, historia de un poeta sin éxito y de un hombre que frustra su vida. Sus recuerdos e impresiones ofrecen el extraordinario testimonio psicológico de un alma atormentada. En cierto modo su vida fue una permanente búsqueda del sentido de la existencia, y eso se traslució de forma estremecedora en cada uno de sus escritos.

Nació el 26 de octubre de 1900, en Gotemburgo, en el seno de una familia extremadamente culta, su madre, Signe Boye, tenía una conciencia feminista y su padre, Fritz Boye, alto funcionario, era liberal y antimilitarista. En la amplia biblioteca de la casa, Karin y sus dos hermanos menores, Sven y Ulf, tuvieron acceso tempranamente a los libros que cambiarían sus vidas para siempre. En 1909 se trasladaron a Estocolmo por prejubilación del padre por trastornos nerviosos. Allí Karin proseguirá sus estudios escolares y se interesará precozmente por cuestiones filosóficas, especialmente a partir de Schopenhauer y, sobre todo, por el tema de la muerte.

Karin Boye se convirtió en una poeta muy popular en Suecia. Para dimensionar su popularidad vale señalar que en Suecia - como en otros países escandinavos- la lectura de poesía es algo bastante generalizado y transversal, una afición compartida por personas de todas las edades. En ese sentido, la Radio Nacional de Suecia, tiene un espacio que consiste sencillamente en uno o dos poemas leídos por su autor, o por un locutor, lleva emitiéndose de forma ininterrumpida desde su primera emisión en 1937. Boye misma participó en varias ocasiones en ese programa leyendo algunos de sus poemas. A su vez, no pocos de sus poemas fueron musicalizados en canciones por compositores suecos de todo tipo de estilos musicales.

En 1921 se mudó a Upsala para estudiar griego, lenguas nórdicas e historia literaria en la universidad. Aunque la sociedad sueca había avanzado política y socialmente, aun los derechos de la mujer estaban fuertemente sesgados. Karin, siguiendo el ejemplo de su madre, defenderá toda su vida los derechos de la mujer y se unirá a la Asociación de Mujeres Estudiantes; también a una pequeña asociación de poesía, El Rincón del Poeta, donde comenzó a escribir artículos e impartir conferencias.

Al año siguiente publicó su primer libro de poesía, Moln (Nubes), en la editorial de Albert Bonnier, quien publicará toda su obra. En este primer libro de poemas, así como en el segundo, Gömda land (Tierras oscuras), se apreciará la influencia del poeta sueco Vilhelm Ekelund (1880-1949). Ekelund tenía a su vez influencias de Hölderlin y Nietzsche, además de sentirse cercano a los simbolistas franceses. También los tres primeros poemarios tuvieron la influencia de la poetisa Edith Södergran (1892-1923). Edith, aunque nacida en San Petersburgo, era hija de padres sueco parlantes.

La poesía de Karin Boye reflejó una lucha interior implacable y apasionada entre el deber y las pasiones, la realidad y el deseo, la idea y la vida. Una lucha abordada desde las profundidades del alma, desde el inconsciente y el símbolo. En uno de sus poemas más célebres escribió: “Cuando nuestros dioses caen/y estamos solos en medio de las ruinas,/sin suelo ya para nuestros pies,/como esferas en el espacio,/entonces te vislumbramos un instante a ti, alta Belleza./Entonces, sólo entonces,/tan estricta como el fuego nos lanzas palabras de consuelo: Aunque todo caiga, yo permanezco”. Desde los 14 años atravesaba frecuentes estados depresivos, que se fueron agravando con los años, conduciéndola al suicidio, a los 40 años, mientras transcurría la Segunda Guerra Mundial.

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