Una actriz inolvidable formada en La Plata

Alba Mujica tuvo una gran trayectoria en teatro, cine y televisión. Leonardo Favio la consagró al encomendarle interpretar a La Muerte en Juan Moreira.

Flor”, canta La Muerte, tras recitar uno de los típicos versos usados en el truco. Juan Moreira, gravemente he­rido, le grita: “¡Contraflor al resto, cante!”. Ella tiene 37, él responde con 38. “Yo no sé perder”, dice La Muerte. Quien haya visto la escena no puede olvidarla. Los protagonistas eran Rodolfo Bebán y Alba Mujica.

Alba Mujica nació en Carhué el 7 de febrero de 1916, el profesor de teatro que tuvo en su pueblo le dijo que, si quería dedicarse a actriz, era una buena opción venir a estudiar a La Plata. Al poco tiempo, su familia se trasladó a vivir con ella en nuestra ciudad. En su libro de memorias, El tiempo entre los dientes, recuerda sus años en La Plata. Además de estudiar actuación, cursó la carrera de Filosofía.

Fue piedra angular de una familia de artistas: hermana del director de cine René Mugica, madre de Bárbara Mujica y abuela de Gabriel Rovito. Trazó un camino propio de gran exigencia profesional y un muy cuidado repertorio de obras. La rigurosidad con la que elegía los personajes a interpretar le acarreó momentos de gran zozobra económica. A comienzos de los 70, precisada de dinero, se presentó en un famoso programa televisivo de preguntas y respuestas, Odol pregunta. Su tema era la vida y obra de la actriz Sarah Bernhardt. Fue superando exitosamente cada ronda de preguntas, y cuando llegó a la final prefirió no arriesgar, ya llevaba ganado un millón de pesos, una suma suficiente para salir del pozo. Sabiduría de gran jugadora.

Era una mujer aguerrida con hondas convicciones políticas. El 25 de mayo de 1973, el día de la asunción de Héctor Cámpora, se sumó a lo que se llamó el Devotazo, una multitudinaria manifestación pidiendo la liberación de los presos políticos encerrados por la dictadura de Onganía. Cuatro años antes su cara se hizo ampliamente conocida al interpretar a Matilde, un personaje de la telenovela Yo compro a esta mujer, ambientada en el siglo XIX, interpretada por Gabriela Gily y Sebastián Vilar. “Vete, Simón, vete, no quiero que te vea nadie”, decía su personaje, escondida en la penumbra, cubierta con un mantón, y la frase era parodiada en la vida doméstica de los televidentes.

Era la malvada de la tira, la que sobresalía por su calidad ­interpretativa.

Su enorme talento actoral lograba la operación alquímica de darles brillo a los papeles más deslucidos. En Fuego, una película de 1969, interpreta a un ama de llaves que se enamora de la ninfómana encarnada por Isabel Sarli. Hay un momento en el que Alba Mujica tiene en una mano un vaso y en la otra una pluma blanca con la que toca el cuerpo desnudo de la Coca, que hizo saltar la térmica del moralismo de la época. Fue una de las primeras escenas de lesbianismo en la historia del cine argentino.

Recuerdo de la muerte 

En un tramo de su libro de memorias, Alba Mujica relata una imprecisa escena hospitalaria, con puntuación caprichosa: “En un instante todo se moviliza doctores enfermeras y yo descubierta hasta los muslos despojada de vendas y algodones perdido mi aspecto de momia egipcia con una rapidez vertiginosa bajo el ajetreo de seis manos me da risa tanto movimiento y toqueteo parezco invadida de ratoncitos blancos me miro riendo solo me han dejado una banda blanca sobre el pecho con grandes manchas rojas a los costados y –No mire. Y quédese quieta; ahora va a doler, pero no se mueva. aprieto los párpados oigo el chasquido de una tijera como si alguien cortara cartón cerca de mi cara”.

Sin saberlo, estaba narrando una escena que ocurriría muchos años después y que desembocaría en su muerte, el 2 de enero de 1983.

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