Venus es el próximo destino de varias misiones en busca de vida
A partir de 2023, una serie de sondas financiadas con fondos privados buscará indicios de actividad biológica en las nubes del planeta vecino.
A través de un informe publicado por el MIT (Instituto de Tecnología de Massachussetts), un equipo de científicos acaba de exponer los detalles de un plan para enviar una serie de sondas hacia el planeta Venus. Financiadas por fondos privados, su objetivo principal es buscar indicios de actividad biológica en las nubes del planeta vecino. “Esperamos que este sea el comienzo de un nuevo paradigma en el que se pueda ir más barato, con más frecuencia y de una manera más centrada”, dijo Sara Seager, del Departamento de Ciencias de la Tierra, Atmosféricas y Planetarias del MIT e investigadora principal de las próximas misiones a Venus. “Esta es una forma más nueva, ágil y rápida de hacer ciencia espacial”, agregó.
La primera de las misiones se lanzará en 2023 bajo el nombre genérico de Venus Life Finder y será administrada y financiada por Rocket Lab, una compañía con sede en California. Propulsada por un cohete Electron, se enviará una sonda de apenas 25 kilos a bordo de la nave espacial Photon para un viaje de cinco meses y 61 millones de kilómetros. Un largo viaje para un recorrido de apenas tres minutos a través de esa densa atmósfera.
Una vez en Venus, la sonda pondrá en funcionamiento un instrumento láser especialmente diseñado para la misión cuyo objetivo es detectar signos de que se está produciendo una química compleja dentro de las gotas de las nubes venusinas. La fluorescencia o las impurezas detectadas en esas gotas indicarán si algo más interesante que el ácido sulfúrico está flotando allí arriba, algo que podría dar un nuevo impulso a la idea de que partes de la atmósfera de Venus son habitables.
Con Marte bajo el reflector, Venus se fue convirtiendo en el “hermano olvidado” de la astrobiología. Las últimas sondas que entraron en su atmósfera se lanzaron en la década de 1980 y estaban limitadas por la instrumentación disponible en ese momento. Además, aunque la NASA y la Agencia Espacial Europea tienen planeadas misiones a Venus para finales de la década, ninguna de ellas buscará señales de vida. “Existen misterios persistentes en Venus que realmente no podemos resolver a menos que regresemos allí directamente”, contó la investigadora, y amplió: “Anomalías químicas persistentes que dejan espacio para la posibilidad de vida”.
Dichas anomalías incluyen niveles significativos de oxígeno, proporciones inexplicables de dióxido de azufre, oxígeno y agua, y la presencia de misteriosas partículas en las nubes de composición desconocida. Seager formó parte del equipo que el año pasado informó de la detección de fosfina en la atmósfera de Venus, un gas que en la Tierra se produce solo mediante procesos biológicos e industriales.
Pero sea lo que sea que encuentre la misión de 2023, la siguiente ya está planificada para 2026. Esa segunda sonda llevará una carga útil mayor, incluido un globo que podría pasar más tiempo en las nubes de Venus y realizar experimentos más extensos. Los resultados de esa misión podrían preparar el escenario para la culminación de las misiones Venus Life Finder: devolver una muestra de la atmósfera del planeta a la Tierra.