Cambalache

La caja de Pandora que se abre con la detención del exjuez César Melazo traerá consecuencias “explosivas”, anticipó el procurador general de la Provincia, Julio Conte Grand

La caja de Pandora que se abre con la detención del exjuez César Melazo traerá consecuencias “explosivas”, anticipó el procurador general de la Provincia, Julio Conte Grand, en referencia al caso que suma más de 14 detenidos (convictos, exbarrabravas de Estudiantes y Gimnasia, jefes de la Bonaerense fuera de servicio, funcionarios judiciales), acusados de integrar una asociación ilícita que se dedicaba, entre muchos otros delitos, a detectar casas vacías para luego desvalijarlas.

Enhorabuena si lo que sucede de aquí en adelante es algo más que una mera pantomima mediática-judicial. Si la caída de este personaje 

-que fue garante de la impunidad de muchos, que, amparado por el Poder Judicial, se mantuvo impune e inmune pese al lastre de denuncias que acarreaba (cuatrerismo, protección a desarmaderos, al juego clandestino), que se jubiló para no enfrentar la ignominia de la destitución por jury- sirve para empezar a corregir el cambalache de tantas décadas infames.

Lo imperdonable sería que el cambalache continúe como si nada, que el exjuez de Garantías sea apenas un fusible, una “figurita” cambiable en un sistema de prácticas repugnantes. 

Hay indicios que invitan al escepticismo. El primero: enfilando hacia el término de su mandato, la Gobernadora parece desayunarse recién ahora con la existencia de Melazo. Teniendo los servicios de Inteligencia a su disposición, o pudiendo consultar los archivos de la historia reciente de la Provincia, ¿no supo, en sus más de tres años de mandato, sobre los intentos de enjuiciamiento que enfrentó el exmagistrado; sus vínculos oscuros con la política, la “maldita Policía” de los ’90; el Poder Judicial; el manto protector de impunidad que lo envolvió?

El segundo indicio tiene nombre y apellido: Cristian Citterio, quien como fiscal de Azul intervino en la causa de la triple fuga (de los hermanos Lanata y Schillaci) del penal de General Alvear. Entonces, la aliada de Cambiemos, Elisa Carrió, acusó al fiscal de ser “cómplice” de la huida de los condenados por el triple crimen de General Rodríguez, en el marco de la mafia de la efedrina. Citterio fue por 12 años secretario de Melazo y trabajaba para él cuando el polémico magistrado anuló la causa contra Alberto Sobrado, exjefe de la Bonaerense, enjuiciado por sus depósitos offshore en las Bahamas y que tuvo como abogado al padre del fiscal, Roberto Citterio, a su vez defensor de exagentes del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) acusados por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura. Cayó Melazo. Pero Cristian Citterio, su exsecretario, su exmano derecha, el encargado de firmar muchas de sus decisiones, sigue hoy al frente de la UFI Nº20 de General Alvear.

Es todo un dato. Melazo es la fachada (perversa, corrupta, mediática), el que movía los hilos. Pero, ¿qué pasará con sus títeres? ¿Con sus cómplices que en las sombras y como él contribuyen a la putrefacción del Estado? ¿A la condena de que, teniendo todo, pudiendo ser “ricos”, vivamos con casi nada?

Otro dato revelador: Argentina es, después del Congo, el país que más ha sufrido recesiones. Le siguen Irak, Siria y Zambia. 

Es un triste podio, una calesita gastada que vuelve siempre a los mismos lugares para ir hacia ninguna parte. Y es natural entonces que la desesperanza se imponga. 

No serán parches, pompas ni largas horas de televisión las que torcerán el cambalache, la vileza de tantas décadas e inyectarán esperanza. Sino, la firme decisión de refundarnos, por ejemplo, a través de una republicana división de poderes que devuelva a la Justicia su independencia del poder de turno.

Pues, cuando la sociedad cree profundamente en la Justicia, en los valores que ella representa -el respeto al soberano en toda su magnitud, la defensa de la educación, la vivienda, la salud y el trabajo- la putrefacción desaparece. “El buen salario, la comida abundante, el buen vestir y la libertad educan a un adulto como la escuela a un niño”, decía Domingo Faustino Sarmiento. 

Hoy, la crisis corroe la instrucción en todas sus formas (Ver página 2). El cambalache se impone: en los negociados de antes y ahora, en la Justicia adicta, en la corrupción enquistada y en las carencias de todo tipo que nos llevan a compartir cartel con el Congo e Irak.

Salir no nos será fácil. Nuestra situación se parece a la del bebé que recién empieza a caminar: se cae, llora y se vuelve a levantar. La diferencia es que, al cabo de unos meses, el niño aprende y ya no cae más. 

A poco más de once meses para la próxima elección, nos toca volver a caminar. Juntarnos en cada barrio, ciudad, provincia para ir hacia un consenso nacional que definitivamente rompa con la infamia. Caminar, como cuando éramos niños: con pasos pequeños pero firmes. Caminar. Para hacer camino, y dejar atrás el Cambalache.