Chacabuco: el Club del Trueque empezó a ganar territorio (parte 2)

Los clubes del trueque no son para pasar las horas jugando a la generala o al tute. No es un club donde la gente juegue, sino un grupo de contención ante crisis como la que vive nuevamente el país. Lo curioso es que ya se estén viendo en lugares que conforman el histórico “granero del mundo”, como Chacabuco, la capital nacional del Maíz.

Allí, diario Hoy detectó un caso. Leonardo Climesi cerró su taller de motos y apostó al trueque para poder “comer y sobrevivir”, confesó. “Aumentó todo y ya no entran clientes, y los que tienen su motito agarran un poco más la bicicleta. Para hacer un motor completo de una 110 necesitás $4.000 sólo en repuestos”, dijo.

Estos espacios de intercambio sin dinero, tanto de productos como de servicios, ganan territorio -como en 2001- cuando ante la ola de despidos los más perjudicados recrearon estos espacios en alguna parroquia, domicilio particular, teatro o club, para cambiar (trocar) su actividad por algún otro servicio o producto, como alimentos, indumentaria, electrodomésticos.

Junto a su pareja, Leo se radicó hace 7 años en el interior de la Provincia en una reacción intuitiva ante la inseguridad de su barrio en Lomas del Mirador, partido de La Matanza. Para ellos, además de la falta de dinero, todo es más cuesta arriba porque el único hijo -de 14 años- “tiene autismo y mi mujer no puede salir a trabajar”.

Según comprobó este medio, en distintas partes del interior y del Conurbano, el paisaje de la pobreza se comprueba en las ferias barriales sobre las veredas o plazas. Como siempre decimos “la realidad tal cual es”, aunque no haya que irse muy lejos para verlo: en la Plaza San Martín (¡frente la Casa de Gobierno!) se afincan con las mantas sobre las frías veredas los vendedores de ropa usada, sin ningún organizador en particular.

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