Cristina llevó sus contradicciones a la ONU

Ante una vacía Asamblea General, la presidente criticó las políticas contra el narcotráfico y dijo que “los errores económicos se pagan con desocupación e inseguridad”. Pero obvió la situación del país 

Cristina Kirchner habló ayer en la 68ª Asamblea General de las Naciones Unidas ante un plenario prácticamente vacío. Antes habían pasado Dilma Rousseff y Barack Obama, oradores centrales de la tarde noche que acapararon todas las miradas, con cruces por el espionaje pero, sobre todo, midiéndose y redefiniendo sus lugares en la escena internacional. En ese contexto, la exposición argentina se diluyó en una suerte de reclamos y consignas políticamente correctas pero que se contradicen con las medidas que lleva adelante en el país.  

Cristina abogó, por ejemplo, por el “fin del narcotráfico”, rechazando los requerimientos de los países centrales. “No es en los países productores donde se lava el dinero de la droga, sino en las grandes potencias, los consumidores”, señaló, segura, la presidente. Sin embargo, omitió que por nuestras “fronteras colador”, sin radares, circula la droga que ingresa a nuestro país, lo que llevó a que se instalaran los carteles narcos en la Argentina . 

Además, CFK criticó el lavado de dinero, cuando los K impulsaron un blanqueo con el único fin de captar dólares manchados con sangre, sin importar el origen de esas divisas. La iniciativa fue un fracaso total.  

Sobre el infame acuerdo con Irán por la causa AMIA, dijo: “Las grandes potencias tienen una suerte de nueva expectativa por el recambio en el gobierno de Irán. Pues bien, mi gobierno aprobó un acuerdo por el atentado terrorista de 1994, pero aún no tenemos ninguna noticia ni notificación de las autoridades iraníes, pese a que la causa está estancada desde hace 19 años”, dijo Cristina, quien se olvidó de aclarar que de esas casi dos décadas de impunidad, una le corresponde, por mérito propio, a ella y su marido.

Criticar, y después pagar  

Luego abordó el diferendo con los fondos buitres. Obviando sus malas gestiones, reconoció que quienes compraron bonos en 2008 por 40 millones de dólares, hoy podrían cobrar, si la Justicia de EEUU les da la razón, US$ 1.700 millones. “Esto no es un problema de Argentina, es del mundo”, justificó. A nadie pareció importarle, y Obama lo dejó claro semanas atrás, al rechazar que el tema se incluya en la cumbre del G20. “Los millones de trabajadores argentinos no tienen porque pagar la fiesta de los lobistas”, agregó más tarde. No, aunque ella maneje el dinero del Estado como si fuera suyo. 

Cabe decir que, mientras despotrica contra los holdouts, paga “religiosamente” a los acreedores externos (en la última década se quedaron con 173 mil millones de dólares de los argentinos). Ella misma lo reconoció al calificarse de “pagadora serial” de todas las deudas, principalmente aquellas que la Justicia determinó que son ilegítimas y fraudulentas. 

Finalmente, Cristina falló al tratar de globalizar problemas que son pura y exclusiva responsabilidad de su gestión. De los errores que cometió. Paradójicamente, terminó su oratoria con una frase que le calza perfectamente. En un llamamiento a la dirigencia mundial, dijo que “los errores económicos de quienes gobiernan un país se pagan en vidas humanas, con desocupación, inseguridad, pobreza y mano de obra barata”. Eso es, exactamente, lo que está pasando en Argentina, aunque Cristina quiera vender espejos en Nueva York. 

El lujoso hotel K de Manhattan 

El lujo es vulgaridad, dijo el Indio Solari, aunque Cristina Fernández haga de la ostentación una forma de conducción de gobierno. En su viaje a Nueva York, la presidenta eligió el hotel Mandarin Oriental, que tiene el mérito de destacarse entre la suntuosidad de Manhattan. 

La isla newyorkina, donde las limosinas son tan comunes como las bicicletas en La Plata, está repleta de las mejores cadenas de hoteles, pero el elegido por la delegación argentina se promociona como “el hotel con el lujo más increíble”. Tiene 54 pisos, y es común que Cristina se hospede en los últimos, para apreciar su increíble vista, ya que está ubicado en una de las esquinas del mítico Central Park, un enorme espacio verde que bordea los rascacielos. 

Las suites cuestan unos 3.500 dólares por noche, y según muestra la página web, desde la cama es posible admirar prácticamente todo el parque y los edificios hasta el norte de Manhattan. Ayer, según los cronistas locales que viajaron a cubrir el evento, se pudo ver entrar y salir por las mismas puertas que utiliza la mandataria, al actor estadounidense Morgan Freeman, el expresidente Bill Clinton y la titular del FMI, Christine Lagarde. Hasta la princesa Ranhia de Jordania se encontraba en una de la suites de los ricos y famosos. Cristina, en su salsa. 

Una reunión con pocos resultados 

Al reunirse con Dilma Rousseff, Cristina esquivó los temas más problemáticos de la relación bilateral e intentó tejer una alianza de cara a los intereses que cada una sostiene en la ONU. Sin embargo, pese a que la mandataria argentina estaba interesada en recibir el apoyo explícito de Dilma por el acoso de los fondos buitres, la líder sudamericana centró sus cañones en disputas de otro calibre. Encaró a Barack Obama por el espionaje y, como sexta economía mundial, se plantó en un lugar al cual Cristina aún no está habilitada. Argentina, en los últimos años, ha estado alejada de los primeros planos de la escena internacional.