El país a la buena de Dios

La salud de la Presidenta de la Nación, que es nada más y nada menos que la máxima autoridad política del país, es una cuestión de Estado. Y como tal debe manejarse con absoluta seriedad, algo de lo que están careciendo los informes oficiales que se vienen dando a conocer desde el episodio ocurrido a principios del año pasado, cuando a Cristina Fernández se le extirpó la glándula tiroides (que regula el metabolismo del organismo), cuando los análisis demostraron que no tenía ningún tipo de cáncer. 

Evidentemente la presidenta tiene problemas de salud. Pero la explicación oficial no cierra por ningún lado ya que, por ejemplo, presentar un hematoma entre dos capas que recubren el cerebro, merecería al menos una internación de 24 horas. Ello no ocurrió, y tampoco está demasiado claro cómo se produjo ese hematoma, que recién se conoció este fin de semana cuando supuestamente el accidente que tuvo la primera mandataria fue en agosto.

La realidad es que, más allá de las explicaciones médicas y de lo que se quiere esconder, hay una situación política y económica que no favorece en nada a la primera mandataria. Las elecciones del 27 de octubre significarán un durísimo revés para Cristina, y el hecho de contar con licencia médica le permitirá no estar en el centro de la escena cuando su gobierno pierda por goleada.

Ahora bien, todo esto no significa que Sergio Massa, el candidato que ganará en los comicios legislativos, puede ser una alternativa de cambio. Por un lado porque, al igual que lo ocurrido con Francisco de Narváez en los comicios de 2009, el intendente de Tigre es apenas un vehículo que está utilizando la gente para castigar a la actual administración guber­na­men­tal. Es, lo que se llama, el voto útil, pero carece de fidelidad ya que Massa no representa ningún proyecto político. Es apenas un kirchnerista recientemente arrepentido, sin proyección ni armado de alcance nacional, rodeado por oscuros personajes que en las últimas dos décadas incurrieron en las peores prácticas políticas.

El cimbronazo

Asimismo, no estar en el centro de la escena pública, le permitiría a CFK no sentir el cimbronazo que significará que la Corte de EE.UU., tal como todo hace prever, finalmente no decida intervenir en el caso argentino y quede firme el fallo que le ordena pagarle todo lo reclamado a los fondos buitres.

Además de la posibilidad de que el país entre en default, en momentos en que las reservas del Banco Central se encuentran en el nivel más de bajo de los últimos seis años, el revés judicial sacará a relucir el infame saqueo que ha hecho el gobierno al pagar más de 173 mil millones de dólares a acreedores de una deuda que en gran parte es ilegal e ilegítima. Así lo dictaminó la propia Justicia argentina.

En ese sentido, el diario Hoy ha sido prácticamente el único medio de la Argentina que ha dado cuenta de esta situación. Los 173 mil millones de dólares, invertidos en el mercado local, habrían permitido modernizar y de­sarrollar el país en la última década. Se hubiesen realizado grandes obras de infraestructura, solucionando la crisis energética y  generando de forma masiva puestos de trabajo genuinos, fortaleciendo así el mercado interno, eliminando la inflación. 

De esta forma, con un país fortalecido, se habrían generado las condiciones para negociar los compromisos externos, haciendo auditorías que determinen qué es lo efectivamente se debe, evitando que se le siga pagando a los buitres que vienen haciendo infames negociados desde la última dictadura militar, a costa del hambre de una parte muy importante de los argentinos.

Tiempos conflictivos

No se viene una época fácil. En un país fuertemente presidencialista, el Poder Ejecutivo podría quedar en manos –al menos momentáneamente- de uno de los kir­chneristas más corruptos como es caso del vicepresidente Amado Boudou, un personaje detestado por gran parte de los argentinos, entre ellos varios de los que actualmente forman parte del gobierno.

Todo indica que, antes de las elecciones legislativas, ya se puso en marcha la transición, que se concretará en 2015 cuando los argentinos elijan, en las urnas, al nuevo presidente. En ese sentido, la dirigencia tanto oficialista como opositora, deberá ponerse los pantalones largos para lograr torcer el descreimiento generalizado que existe en una parte importante de la población. 

Misterio en torno a Boudou

Esta madrugada existía mucha expectativa sobre si el vicepresidente Amado Boudou asumirá hoy la conducción del Poder Ejecutivo, ocupando el despacho presidencial en la Casa Rosada.

Para asumir la presidencia, el vicepresidente tenía que realizar un acto formal ante escribano. Pero anoche todavía no había firmado el documento.

Boudou ayer regresó de manera anticipada de una gira al exterior, que incluía, además de una visita a Brasil, un viaje a Ca­nnes.

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