El pueblo quiere saber de qué se trata

EN FOCO

Las ilustraciones de los manuales escolares sobre la Revolución de Mayo de 1810, mostrando a ciudadanos con paraguas frente al Cabildo, desafiando la adversidad del clima para convertirse en protagonistas de la historia y expresar así la necesidad de un cambio al grito de “el pueblo quiere saber de qué se trata”, ayer vinieron nuevamente a la memoria de una sociedad que masivamente salió a las calles -a lo largo y ancho del país- para decirle basta a la impunidad, a la inseguridad y a la corrupción.

La convocatoria a la marcha del silencio se realizó bajo la consigna de hacerle un homenaje a la memoria del fiscal Alberto Nisman, que apareció muerto pocos días después de haber denunciado a la presidenta Cristina Kirchner. En realidad, la protesta también aglutinó otros reclamos contra una presidenta y un gobierno que no sólo decidieron hacer oídos sordos al pedido del soberano, sino que también incurren en constantes provocaciones para intentar dividir a los argentinos. De hecho, horas antes de la marcha, la propia presidenta pronunció un discurso de 45 minutos repleto de bravuconadas para defender los oscuros acuerdos firmados con China (ver Cristina y otra muestra de la fantasía K).

En su enorme mayoría, la gente que se movilizó ayer, en medio de intensas precipitaciones, eran ciudadanos de a pié; comerciantes, profesionales, trabajadores, estudiantes, jubilados y amas de casa que no solamente quieren saber qué fue lo que realmente ocurrió con el fiscal, sino que también reclaman un país más digno para sus hijos y nietos, donde esté garantizado el derecho a la vida, se combata al narcotráfico y a las mafias, y se destierren las raíces profundas de una inseguridad que, diariamente, se cobra la vida de inocentes. Portadores de distintas ideas políticas y de distintas religiones, con pertenencias a distintas clases sociales, quienes ayer se movilizaron lograron unificarse con las estrofas del himno que forman parte de nuestro ser nacional. 

A diferencia de los actos del kirchnerismo, que son alimentados por las formas más infames del clientelismo político, quienes ayer salieron a la calle no fueron manipulados ni extorsionados por nadie. No necesitaron un vaso de gaseosa o de vino barato, ni un choripan ni un plan social. Son personas que no responden a punteros. Y por eso no necesitaron ningún tipo de estructura para hacer valer sus derechos ciudadanos de exigir un cambio a quienes hoy ostentan el poder político. Todo lo hicieron sin el más mínimo incidente, sin mostrar banderas partidarias ni pancartas prefabricadas mandadas hacer con recursos que salen de nuestros impuestos. Tampoco fue necesario que se pronunciaran discursos grandilocuentes ni bajadas de línea de parte de aquellos que se creen que son portadores de una verdad absoluta, casi divina, como lo suele hacer la presidenta cada vez que reúne a la militancia rentada.

Las imágenes de la masiva movilización en Plaza de Mayo, en la Plaza Moreno en La Plata y en las principales ciudades dijeron, por si solas, más que millones de palabras. Y demostraron que pese a las profundas heridas que existen en un país que se encuentra socialmente fracturado, con uno de cada tres argentinos que es pobre o indigente, no todo está perdido. Hay muchos argentinos que, todos los días, se esfuerzan por un cambio: médicos y docentes que, contra viento y marea, se esfuerzan por educar y salvar vidas; investigadores que buscan en el saber científico elementos que contribuyan al bien común; trabajadores que se levantan todas las madrugadas para salir a ganarse la vida honesta y honradamente.

En definitiva, lo que se vivió ayer merece destacarse. Fue un pequeño paso en pos del cambio. Pero aún falta un largo camino por recorrer. De hecho, es necesario tener en cuenta que hubo varios que se quisieron colgar del legítimo reclamo ciudadano y son representantes de lo peor de la política.

El reclamo también estuvo dirigido a los funcionarios y actores del poder judicial que no tiene la más mínima capacidad ni idoneidad moral, y que llegaron a esa función en función de oscuros padrinazgos políticos. En ese contexto, así como hoy la ciudadanía se conmueve por la muerte de un fiscal que denunció a la Presidenta, y cuyo deceso cada día cosecha nuevos interrogantes, en la etapa que se avecina el pueblo repudiará públicamente a todos aquellos que, por acción u omisión, pusieron en riesgo a la República y a la división de poderes.

Esperemos que la nueva clase dirigente, que deberá tomar las riendas del país a partir de diciembre, sepa decodificar el reclamo del soberano y deje marginado a los lobos que se visten de corderos. Que así sea.

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