Mala memoria de unos pocos, miseria para muchos
A. BALCAM
Dirigente del gremialismo del PJ
Por más que cargo sobre mi espalda con varias décadas de política y de militancia, aún no he perdido mi capacidad de asombro. Por ello no pude más que indignarme al ver la caradurez con la cual una parte importante de la clase política defendía lo indefendible. En este caso, los acuerdos que se hicieron entre gallos y medianoche para meterle la mano en el bolsillo a los jubilados
Es cierto que varios gobernadores tienen necesidades de caja, y en algunos casos se encuentran con la soga al cuello. Sabido es que María Eugenia Vidal se hizo cargo de una Provincia que arrastra décadas de postergación en materia presupuestaria, ya sea por las iniquidades del régimen federal de coparticipación de impuestos, como así también por la falta de actualización del denominado Fondo del Conurbano. Ahora bien, es imposible que un país herido como la Argentina pueda recuperarse haciendo que le empujen el puñal, recurriendo a recetas que ya fracasaron en la historia reciente. Solo basta recordar cómo terminamos en 2001, luego de que se le recortara el 14% a los jubilados.
Resulta lamentable que muchos de los que hoy tienen responsabilidades políticas aparezcan, en la escena pública, como si estuviesen atravesando una suerte de ataque repentino de amnesia, como si no se acordaran o no supieran que existen distintas variantes que se podrían haber estudiado e instrumentado, en lugar de condenar a miles y miles de jubilados a tener que padecer las consecuencias del ajuste.
Por ejemplo, mientras desde el Gobierno estaban ultimando los detalles de la estrategia para que hoy se apruebe la reforma previsional, nos desayunamos con la noticia de que uno de los amigos del Presidente, el binguero Daniel Angelici, fue favorecido por un llamativo fallo judicial que le posibilita no tener que pagar el impuesto a las Ganancias. El juego es, quizás, uno de los negocios más infames que existen en nuestro país. Las miles de tragamonedas que proliferan de forma escandalosa son aspiradoras de recursos de las economías locales, afectando especialmente a sectores populares, que recurren desesperadamente a las maquinitas, que nada tienen de azarosas, para intentar llegar a fin de mes. En no pocas ocasiones, terminan endeudados o directamente en la quiebra.
Si el juego estuviese en manos del Estado (como sabiamente lo establece la Constitución), en lugar de ser un negocio regenteado por un grupúsculo de empresarios amigos del poder, que por la falta de controles obtienen ganancias que no consiguen en ningún lugar del mundo, seguramente no solo se podría controlar de forma más eficiente los efectos nocivos de esta actividad, sino también direccionar los recursos en pos del interés común.
Algo similar ocurre con la llamada renta financiera que sigue exenta de impuestos, en un país como la Argentina donde, históricamente, siempre terminan ganando los bancos y aquellos sectores que viven de la especulación.
Por más que muchos oficialistas y opositores parecen no querer acordarse, parte de la pesada herencia que recibió este gobierno estuvo constituida por empresarios y corporaciones que fueron partícipes necesarios del saqueo que tuvo lugar en el gobierno anterior. En casi todos los casos, recibieron la “ayudita” del entonces titular de la AFIP, Ricardo Echegaray. No parece ser casualidad que Echegaray, sospechosamente, siga libre. ¿Será porque aún tiene carpetas con información que involucra a muchos de los que hoy están en el poder?, ¿o será también que muchos de los que hoy dicen ser rivales políticos en realidad están unidos por los negocios?
Otros que parecen tener poca memoria son algunos de los compañeros que actualmente forman parte de la conducción de la CGT. Ellos, a lo largo de gran parte del debate en torno a la reforma previsional, fueron una especie de convidado de piedra. Se mantuvieron en silencio y recién salieron a realizar tibias críticas cuando, temerosos de perder la calle, no tuvieron otra alternativa que decretar a las apuradas un paro.
La realidad es que la Argentina requiere de una dirigencia gremial mucho mas lúcida que no solamente esté dispuesta a pelear por los derechos de los trabajadores. También debe estar preparada para plantear soluciones superadoras, para lo cual deberían empezar por reclamar la convocatoria urgente a una mesa de diálogo y de concertación nacional.