Ranchos: a 80 días de las balas de los prófugos, el oficial pasará su primer domingo en casa

“Vivo de milagro”, dijo al salir de la Clínica privada de Villa Crespo, el oficial Fernando Pengsawath (23), el pasado miércoles. Sobrevivió y luego de 76 días pudo volver a la ciudad donde fue atacado en un control vial el último día del 2015 por Víctor Schillaci y los hermanos Cristian y Martín Lanatta, los prófugos que abrieron fuego sin pensarlo cuando él los detuvo en el kilómetro 100 de la Ruta 20, en el tramo que une Ranchos y Chascomús.

Hoy Fernando puede disfrutar de su primer domingo (de Ramos) en familia, la de una familia de inmigrantes que llegó de Laos, porque en Ranchos existe una comunidad de aquel país asiático que vino a trabajar en el campo. La casa ubicada en Vivot entre Centurión y Ameghino ha sido motivo de visita por parte de periodistas de medios nacionales.

Quien todavía no pudo recuperar “la libertad” es la sargento Lucrecia Yudati (33). Ambos estuvieron en terapia intensiva. Ella (también nacida en Ranchos) aún permanece en la misma clínica donde estuvo Fernando y los dos disparos, uno en cada pierna, no le permiten aún poder caminar. Desde Ranchos todos los días llega una visita, en um automóvil prestado por la Municipalidad o el área de Bienestar Social de la Policía

Con mucha grandeza, Fernando resaltó momentos angustiantes, reconstruyendo el día del episodio, cuando los prófugos –tal vez asustados- los atacaron con escopetas calibre 12.70. “Salimos con el móvil y los conos de balizas, los pusimos a un costado de la ruta y empezamos a parar autos, como siempre. Controles de rutina. Yo rebvisaba la docu y Lucrecia anotaba en las planilla las patentes, los documentos y número de ocupantes. Esa noche trabajábamos hasta las 4 AM, pero un rato antes le dije “Lucre, ¿paramos el último y nos vamos?. Creo que eran cuatro menos cuarto”.

Nunca se habían enfrentado a alguien armado. Nunca habían estado hospitalizados. Nunca pasan hechos oscuros policías en Ranchos. Hasta que llegó una camioneta negra, con vidrios polarizados. El clima festivo del Fin de Año pasaría a ponerse muy negro también. “Nos tiraron con dos armas. Bajaron de golpe, los tres, y tiraron de una. El conductor no tiró, tiraron los otros dos, uno de cada lado. No sé por qué reaccionaron así…. Se ve que estaban muy jugados”.

"Andá a pedir ayuda que se fueron"

“Sentí que me quemaba la panza. Grité “h de p” y con Lucrecia nos tiramos de cabeza un zanjón. Yo había amagado a sacar el arma pero no llegué. Mi compañera me gritaba: ‘¡Vamos, Pensag, pedí ayuda!’. Yo le decía que no podía, que me estaba desangrando, que me dolía mucho el pie y que me iba a morir ahí, en el zanjón que era profundo. Y ella que me decía “dale, dale, vos no te vas a morir, andá a pedir ayuda que se fueron. Yo me miraba la panza y me miraba todas las vísceras afuera. Tenía el abdomen destrozado, por acá, todo alrededor del ombligo”, relata el joven que un rato antes de la llegada de los prófugos habían decidido sacarse el chaleco antibalas.

En otro tramo de sus declaraciones, el policía confiesa. “En la rurta me arrastré como pude y justo veo que viene un camión. Y le levanto la mano y sigue de largo. ‘No me vio’, pensé. Conseguí llegar al móvil y empèce a modular por la radio.  “Apoyo por favor… nos recagaron a tiros”. Me tiré sobre el asiento y escuché: “Esperen, aguanten, que ahí vamos”. Y cuando mis compañeros nos vienen a buscar se cruzan con el camionero que los para y les grita: ‘¡vayan para la ruta que parece que hubo un accidente o algo así’. Me estaba costando respirar y me saqué el cinturón y me tiré al piso para respirar hondo. Estaba mareado, como cuando te baja la presión. Me preguntaron por Lucre y les dije “está en la zanja”.

Pasaron ya 80 días exactos. Fernando Pengsawath primero fue trasladado al Hospital de Ranchos y luego al de Chascomús. La ART de la Provincia los envió a la clínica porteña de Fizt Roy, donde llegó a estar con respirador y sometido a 30 operaciones. “Llegó casi muerto”, afirmó el Dr. Marcelo Schieber, que lo atendió hasta el miércoles.
Sin embargo, las dificultades médicas no cesaron para Fernando: hay serios problemas en su pie izquierdo ya que las 9 horas posteriores a la bala que le atravesó el pie y que le cortó la irrigación sanguínea. Ya no tiene un pedazo de hígado, y además tiene pendiente una colostomía por una disfunción intestinal.

“No estoy arrepentido de ser policía, al contrario. Tengo gansas de volver a trabajar y de hacer la carrera. Todos se sorprenden de que esté vivo”, dice sacando fuerza de flaquezas. ¿Metas, sueños? Sí, el próximo es que Lucrecia abandone la clínica. Hay algo llamado vida en su orden de prioridades y ya cuando pudo despertar por primera vez, cuenta que le acercaron un papel y apenas pudo escribir tres letras: “Col”... Quería saber qué había pasado con su compañera, Lucrecia, “La Colorada”.