Mató a los dos jefes, a un compañero y se suicidó

Fue en una empresa de transporte, en Don Torcuato. Le debían dinero. “Hizo lo que tuvo que hacer”, aseguró su hijo.

Un hombre mató a sus dos jefes y al encargado administrativo de la empresa de transporte en la que trabajaba, prendió fuego la sede y se suicidó, en una espeluznante masacre sucedida en la localidad bonaerense de Don Torcuato, partido de Tigre. Ocurrió ayer a la tarde, cuando Carlos Landívar (54), que había sido contratado como chapista, irrumpió visiblemente desequilibrado y enarbolando una pistola 3.80 en la firma Bascoy SA, ubicada en la calle Boulogne Sur Mer 1411, casi esquina Frías, de esa localidad del norte del Conurbano provincial. Mató primero a Marcelo y Gabriel Bascoy, dueños de la compañía. Luego a Javier Etcheverry, del sector administrativo y coordinador de viajes de la empresa de transporte de carga y maquinaria pesada y estibajes. Y, segundos después, al verse rodeado, Landívar prendió fuego unas oficinas, se encerró y se quitó la vida con la misma pistola. “El se cansó e hizo lo que tuvo que hacer. Tampoco lo iban a pisotear, a pasar por arriba”, dijo horas más tarde Carlos, uno de los nueve hijos del protagonista de esta historia, a quien no obstante calificó como “medio rayado” y “muy agresivo”, sobre todo “cuando tomaba” o “lo jodían”.

¿Qué fue lo que “sacó” a Landívar? Hay varias versiones, pero todas coinciden en que le debían dinero: una apunta a una mala liquidación en el aguinaldo; otra, a una “compensación que le habían prometido por no declarar contra los empresarios en un juicio en el que había sido citado como testigo; y hay quienes mencionan que “los dueños querían echarlo”.

“Yo sé que era un montón de guita (la que le debían a Landívar)”, aseguró el hijo, “no iba a hacer esto por tres o cuatro pesos”.

El único que zafó de la masacre fue otro empleado que quedó atrapado en el techo de las oficinas en llamas, a quien los policías rescataron con un principio de sofocación. Ahora es el testigo clave. Fue él quien contó que Landívar irrumpió en las oficinas ofuscado “porque le habían liquidado mal el aguinaldo y le debían dinero”. De acuerdo a los primeros peritajes, hizo al menos ocho disparos e inició el fuego con solvente thinner que había llevado en un frasco de edulcorante. 

Varios vecinos hablaron sobre Landívar, tejiendo de este modo un perfil suyo bastante exacto. Una mujer llamada Verónica contó que “arreglaba los camiones” de la empresa e iba asiduamente a un quiosco del barrio, cuyo encargado les reveló que “el chapista le dijo que iba a hacer un desastre porque le debían cien mil pesos y lo querían echar”. El dueño de un locutorio cercano también aseguró que Landívar le había anticipado que con la plata que le debían planeaba comprarse un auto importado. 

“Piensan que se la van a llevar de arriba”, recordó el testigo que le confió el chapista, sobre quien dijo que estaba separado y hace unos dos años trabajaba para Bascoy. Según el mismo comerciante, Landívar le confesó que, hace unos años, cuando trabajaba en una concesionario de BMW, le pegó un “barretazo” a uno de los dueños porque le debían dinero. Investiga el fiscal Cosme Iribarren.

“Estaba loco, no se daba con nadie”

“Estaba loco, no se daba con nadie. Trabajaba sábados, domingos... No había un problema de sueldos. Es un tipo tocado, medio chiflado”, dijo uno de los empleados de la empresa que quedaron del otro lado del cerco. Varios de sus compañeros habían ido a la marcha en Plaza de Mayo y volvieron al enterarse de lo ocurrido. A metros suyos estaban los familiares de las víctimas, entre ellos el padre de los hermanos asesinados, quien supo la terrible novedad a través de los productores de un canal que buscaban datos. Este hombre, José Bascoy (79), fue secuestrado hace diez años y permaneció ocho días cautivo en Luján, mientras los secuestradores negociaban un rescate de 500.000 dólares que la familia no pudo reunir, ya que la firma estaba en convocatoria de acreedores.

“Una sociedad crispada, violenta y armada”

“Evidentemente (Carlos Landívar) iba preparado para hacer un desastre, por eso llevaba la pistola. Cualquier controversia iba a terminar disparando lo que ocurrió”, analizó ayer el psiquiatra forense Miguel Maldonado, al ser consultado por Trama Urbana sobre los entretelones psicológicos de la masacre en Don Torcuato. Y agregó: “Puede ser cierto que le debieran y esto lo tuviera desencajado, pero normalmente eso no dispara un hecho de estas características”.

El especialista no descartó que el episodio constituya una suerte de imitación con los reiterados asesinatos en masa ocurridos en Estados Unidos, donde hace una semana un joven mató a su madre, otras 26 personas y se quitó la vida en una escuela de Connecticut, ya que “lo que pasa en aquel país impacta en todas partes del mundo”.

“Pero no para ganar notoriedad- explicó -, sino por mimetizarse con el modo de resolver los problemas que tiene aquella sociedad violenta, armada y guerrera”, en la que se producen “el 90 % de los homicidios  múltiples del mundo”.

¿Y por casa como andamos? “La nuestra es una sociedad que está crispada, con una cuota de violencia importante y armada de un modo clandestino e ilegal. Sólo nos faltaría invadir Uruguay para terminar de imitar a Estados Unidos”, ironizó Maldonado.