La Reina visitó a sus lacayos

La presidenta Cristina Fernández ayer estuvo en el Colegio Nacional de La Plata, que se llenó de militantes rentados. La fiesta costó $550 mil. Dádivas y clientelismo político al extremo.

Nuevamente, la presidenta Cristina Fernández estuvo en La Plata, la ciudad que la vio crecer y donde estudió y se casó. La excusa fue encabezar un acto para inaugurar una biblioteca en el Colegio Nacional, cuyas autoridades están tirando por la borda el prestigio académico de este establecimiento educativo -que supo albergar en sus aulas a figuras ilustres como René Favaloro y Ernesto Sábato- para congraciarse con los intereses políticos del gobierno K.

La reina CFK fue recibida por sus súbditos, en una suerte de banquete real del subdesarrollo. No escatimaron en gastos. Según pudo saber nuestro diario, el acto le costó al Estado la friolera suma de $550 mil. Esto es lo que habría salido el show, que consistió en la instalación de dos mega tribunas con capacidad para 300 personas cada una. A eso se le sumó un escenario gigante, luces como para un espectáculo musical y dos pantallas de amplias dimensiones a cada lado del escenario. También se ubicaron cuatro modernas cámaras para filmar el evento, entre ellas una que tenía un brazo mecánico –como si se tratara de un set de filmación de una película- que circulaba sobre las cabezas de los aplaudidores que estaban sentados en las primeras filas.

La seguridad del lugar estuvo a cargo de La Cámpora, cuyos integrantes distribuían discrecionalmente los lugares, junto con Kolina (la agrupación que lidera Alicia Kirchner, la ex funcionaria de la dictadura) y el MILES (el partido del piquetero Luis de D’Elía, sentado en la primera fila de los aplaudidores). Todas estas agrupaciones llenaron de banderas las instalaciones del histórico colegio que ya tiene un comedor bautizado como Néstor Kirchner.

El otro motivo de la presencia de CFK fue darle un subsidio al Hospital Español, una clínica privada de La Plata, en momentos en que los hospitales públicos de nuestra ciudad se están cayendo a pedazos.

Hace pocas semanas, los profesionales del Hospital de Niños tuvieron que realizar un abrazo simbólico a la institución al no contar con recursos para garantizar una mínima atención en un nosocomio que, durante décadas, fue un modelo a seguir en toda Latinoamérica. Situaciones similares se registran en otros hospitales públicos  de La Plata, que son de referencia a nivel nacional y provincial, y que están atravesando por momentos muy complicados. Tal es el caso del Hospital Rossi y  del Policlínico San Martín.

Quedó demostrado, una vez más, que la presidenta maneja la plata que aportamos todos los argentinos con nuestros impuestos (incluidos los mas humildes que abonan el 21% de IVA con cada paquete de fideos) como si fuesen dádivas que surgen de su propio peculio, sin el más mínimo criterio de lo que significan las políticas de Estado que debe tener un país en materia de salud, educación, empleo y producción. Prueba de ello, fue que la primera mandataria ayer volvió a mostrarse entregando netbooks a un puñado de alumnos, cuando esas computadoras se están comprando con recursos de la Anses. Es decir, con la plata que debería estar destinada a mejorar los paupérrimos ingresos que tienen millones de jubilados, obligados a tener que sobrevivir con poco más de $2000 por mes, luego de haber aportado durante toda una vida de trabajo.

Sería bueno que, en lugar de seguir repartiendo discrecionalmente recursos del Estado, la presidenta empiece devolver algo de los se llevó tanto su familia como la trouppe de funcionarios acusados de corrupción.

Lejos del estilos de las monarquía europeas, que han sabido adaptarse a los procesos democráticos y al Estado de Derecho, la presidenta–reina de nuestro país ayer mostró que está imbuida del más rancio absolutismo, que la lleva a no querer aceptar la más mínima crítica. Por eso, utilizó el atril de lo que en algún momento fue uno de los colegios públicos más importantes del país, para quejarse de las críticas que le realizan los medios de comunicación que, como el diario Hoy, no se sojuzgan ante sus mandamientos.

"En los medios, algunos dicen que tienen miedo, son ridículos", dijo CFK. El pez por la boca muere: el ridículo lo hace todos los días este gobierno. Y para ello tiene varios bufones, como el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, un platense que ayer se sentó en primera fila y que tiene fama mundial por haber pronunciado la frase "me quiero ir" cuando le hicieron una simple pregunta sobre inflación. No contento con eso, hace dos días no se puso colorado al afirmar que “no se estaba perdiendo empleo” cuando los propios indicadores dibujados del INDEC dieron cuenta, durante esa misma jornada, que la desocupación había aumentado. Si no fuera trágico, estaríamos ante un espectáculo circense del medio evo.  

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