Se profundiza la destrucción de las Fuerzas Armadas

Resulta tragicómico ver a Cristina Kirchner intentar obtener rédito político luego de que un tribunal internacional le sacara las papas del fuego, al ordenar liberar la Fragata Libertad. Lo ocurrido con la nave insignia de la Armada fue el resultado de una serie de papelones realizados por un gobierno que se mueve en la improvisación permanente, mientras al mismo tiempo lleva adelante una política de destrucción de nuestras Fuerzas Armadas para servirle en bandeja el país a los intereses transnacionales, que tienen en la mira los recursos naturales que existe en nuestro territorio.

La Argentina es un país cuyo ejército prácticamente no tiene poder fuego; mientras que los aviones vetustos de la Fuerza Aérea atraviesan muchas dificultades para volar; y sólo hay un puñado de barcos para proteger nuestros mares, que todos los días son saqueados por buques extranjeros.  

Una clara muestra de nuestra indefensión son las acciones que viene desplegando el Reino Unido, buscando apropiarse de miles de kilómetros cuadrados en la Antártida (un territorio repleto de recursos naturales sin explotar), a costa de nuestra soberanía y aprovechando el enclave colonial que tienen los ingleses en las islas Malvinas. Esto no ocurriría si, en la ultima década, en lugar de haber desplegado una inmensa maquinaria de clientelismo político, para mantener a millones de compatriotas viviendo de las dádivas del Estado (que no hacen más que condenarlos a la pobreza), se hubiesen utilizado los recursos generados por un mundo que demanda alimentos -que se producen en nuestro país- para poner en práctica políticas de desarrollo. 

Si la Argentina hubiese logrado volver a la senda del crecimiento sostenido -hace 50 años era la nación con mayor calidad de vida del continente-, automáticamente los pocos pobladores que tienen las Malvinas, que viven en un territorio inhóspito, buscarían integrarse a nuestro país. Así ocurrió con otro enclave colonial inglés, como Hong Kong, que terminó siendo absorbido por China a partir de su enorme crecimiento económico. La Patagonia es un lugar olvidado, con poca población, sin infraestructura. Y que, para colmo, está en manos de magnates locales y extranjeros, que se quedaron con grandes extensiones de tierra a precio vil, y que viven como si fuesen un Estado dentro del Estado, con pistas de aterrizaje propias, pagando impuestos irrisorios. 

En la Argentina, en pleno siglo XXI, está todo por hacer. Grandes estadistas como Yrigoyen, Perón y Frondizi le cambiaron la cara al país en mucho menos tiempo de lo que lleva el kirchnerismo en el poder. Por eso no es necesario inventar nada nuevo, sino recurrir a la materia gris que abunda en la nación, que actualmente no es tenida en cuenta porque los espacios de poder del kirchnerismo fueron ocupados por obsecuentes, aplaudidores e inútiles.  

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