Cristian del Favero: la esencia del ser humano sobre la del futbolista
Trabajó diez años en Gimnasia y ahora lo hace en el básquet de la UNLP. Su hermano Gustavo es una eminencia en la preparación física y descubrió a Morant, Dueña e Yllana
Una mirada transparente como el agua de la pileta de la UNLP; un flaco con valores, que ama lo que hace, que busca perfeccionarse en la metodología de las enseñanzas y, sobre todo, “respetando a los pibes, porque tuve muchos chicos que no lograron jugar en Primera y de un momento a otro se encontraron con que todo el sacrificio se terminaba un 30 de junio o un 20 de diciembre, cuando quedan libres”. Piensa en voz alta que eso, tal vez, fue lo que lo llevó a que su hijo de 14 años pruebe otras experiencias y hoy sea feliz con sus amigos del básquet.
Las anécdotas al borde de la pileta del campo de deportes de la UNLP (en 50 y 118) regalan historias atrayentes. “En el 90/91, en Rawson, mi hermano fue el profe de Germinal. Un día me llevó a la playa Unión y me dijo: ¡Te voy a presentar a Fernando Redondo! Era Andrés Yllana. A las semanas, jugó medio tiempo en Cuarta división y a los veinte días debutó en Primera”, recordó Cristian del Favero.
Pablo Morant fue otro caso conectado al radar de la familia Del Favero. “Practicaba dos deportes y mi hermano lo conoció en básquet, mientras preparaba al seleccionado bancario de Trelew, y al mismo tiempo el defensor jugaba al fútbol en Racing de esa ciudad”, contó Cristian.
De los cuatro hermanos, tres son profes. Cristian es el más chico (categoría 1975) y Gustavo es el mayor (1963), teniendo este último un extenso currículum, ascendiendo en 2016 a Estudiantes de San Luis (del Federal A al Nacional B) como profe de Hernán Darío Ortíz, y actualmente trabajando en Tristán Suárez.
“Una vez, mi hermano viajó a visitar a su suegro a Río Colorado (Río Negro) y, cuando se le pinchó un neumático, en una gomería le preguntó al empleado si sabía de un buen jugador juvenil en el pueblo. Sí, juega hoy, se llama Gustavo Dueña, es centrodelantero, le contestó. Fue titular en dos finales en Gimnasia, de número 3, cuando no venía siendo titular”, concluyó Cristian.
“Sean felices; si no disfrutan, no lo hagan”
“A todos los jugadores siempre les dije lo mismo: Cuando no esté más como profe, no me interesa que me recuerden como el mejor o el peor; nunca me perdonaría en el alma que digan que era un mal tipo. Sean felices, si no disfrutan, no lo hagan, porque van a vivir igual”, aseguró el profe.
Cristian tuvo en sus manos a la categoría 1989 de Monetti, Méndez, Ruiz, Castro, Chávez, entre otros que llegaron. “Los tuve en Novena y luego los volví a tener en Cuarta”, afirmó. El destino en el club de su corazón lo puso a trabajar también con la categoría 1987, que recitó con semblante alegre: “Aued, Rinaudo, Martinena y los que no tuvieron la chance de actuar en el club, como Perafán, pero lo hizo en Vélez”. Otra que dio frutos fue la 1996 de Noble, Bolívar, Perdomo y Guanini.
Otras experiencias fuera del Bosque
De 2003 a 2013 lo cobijó el Bosque, y sus Lobitos fueron hijos postizos hasta que nacieron, con Yésica Romero mediante, Federico (14) y Jimena (11).
Luego hizo una experiencia en Quilmes, con Nelson Vivas en Primera, y el año pasado estuvo en Independiente, con los juveniles. “Este año no voy a continuar, porque ya no sigue el proyecto con el que llegué y vino otra gente”, concluyó.
