Había que tener años de experiencia para librar la batalla del mediocampo

Sebastián Romero y Rodrigo Braña, dos de los jugadores más grandes del clásico, terminaron siendo claves para el funcionamiento del Lobo y del Pincha 

La paridad que de entrada caracteriza a todo clásico suele sustentarse en el equilibrio que aportan los jugadores desde la mitad de la cancha. Allí es donde empiezan a ganarse o perderse los partidos. 

Ayer, además de la prolijidad de Ascacíbar y Perdomo, se terminó imponiendo el oficio de Braña y la constancia de Romero para que los equipos no perdieran la línea de juego y buscaran, cada cual a su manera, quedarse con los tres puntos. 

Chirola (38) y Braña (37) jugaron ayer el último clásico oficial en el estadio del Bosque, ya que ambos le pusieron plazo a sus carreras: junio del año que viene. Por tal motivo, demostraron que se trataba de un partido oficial que no se querían perder, pese a que ninguno de los dos arrancó el campeonato como titular en sus equipos. 

Entre otros puntos altos que arrojó el derby, Nicolás Ibáñez se destacó en el ataque del Lobo, mientras que Javier Toledo, cuando ingresó, hizo lo propio en el Pincha. 

La solvencia de Schunke, Desábato y Andújar fue determinante para frenar los intentos del Lobo, mientras que Guanini y Gorga también supieron controlar a Viatri y Auzqui.

Carrera se paró de igual a igual ante los referentes del Pincha, mientras que en los laterales (en especial los de la derecha en los dos equipos) se pudo encontrar el punto más bajo del partido, pese a que las participaciones de Sánchez y Oreja no terminaron influyendo en el resultado.  

En el contexto de un cotejo friccionado, en el cual los jugadores tardaron en hacer pie porque la cancha estaba mojada y resbaladiza, la experiencia de Braña y Romero fue decisiva para que el clásico 157 de la era profesional terminara con un resultado cerrado. 

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