Un 12 de mayo el Pincha ganaba el Nacional B: historia de colaborador


A los 62 años, un hincha de Estudiantes de La Plata  revive la alegría del espectacular campeonato logrado en el Nacional B '94/'95. Un privilegiado que de tantos años abonado al tablón un día pasó a ser colaborador directo de los técnicos Miguel Russo y Eduardo Manera.

… Uno sufrió, mintió, dijo “no es nada”, se congeló el amor en un descenso, honestamente quiso sacudir su carga… Versos del poeta Humberto Constantini, cincuenta años atrás. Verso que le sacan una foto al alma de los fanáticos, como la de Alberto Banegas, el "Gallego", uno de los miles de Pinchas que acompañaron al viejo campeón del mundo en su recorrido por la segunda categoría. Diez meses nomás, como para batir récords y volver...

Ya el primer día, al presentarse la dupla Russo y Manera, al unísono se hizo el llamado "a la familia Pincha”. Sin telefonía celular, el propio Miguel Angel se comunicó con un hincha de su época de jugador. En su vieja casa del barrio Parque San Martín el entusiasta Alberto Banegas ni lo pensó: ya se ponía a las ordenes, como un jugador más.

Ese hincha, el “Gallego”, que había comprobado en carne los crudos versos de Constantini, y evoca su papel incógnito en aquella campaña Albirroja. Consultado por diario Hoy, confirma orgulosamente que “ese campeonato lo viví de adentro”.

CARNET DE COLABORADOR

Banegas aclara “colaborador, nada más”. Y todo gracias a la afinidad que mantenía con “Miguelito” desde la época en que era el gran capitán. “Somos generacionales, Miguel en el ’95 era un tipo joven, él es clase ‘56 y yo ’53; después entablé buena relación Eduardo Manera, un fuera de serie”.

Esa afinidad le permitió al “Gallego” estar en las charlas del Cuerpo Técnico y jugadores, “intimidades” que la dupla sabía que “uno las escuchaba, en persona o detrás del árbol, pero quedaban ahí…”

Cuántas veces de pibe Alberto, que vivía en 57 entre 27 y 28, había caminado derecho hasta la cancha con sus amigos, para llegar a la Colonia de Vacaciones en el estadio, donde trabajaba un tal Ricardo “Yacaré” Echeverría y donde un tal Hugo Puchuri le enseñaba natación. Cuántas veces se mandó en un colectivo o en un tren a cualquier estadio donde jugara el León, “momentos muy lindos que un hombre tiene que vivir”, asegura a sus 62 años quien empezó a querer la albirroja con los goles del “Cabezón” Desiderio.

Aquella temporada ’94/’95 le tocó cumplir el sueño de pisar el césped de los estadios, temprano, antes de que arranque la reserva que dirigían Marcos Conigliaro y Ruben "El Negro" Agüero. “Era de la parte administrativa, como Ruben Koroch lo era con la Primera, yo tenía un carnet que me habilitaba a entrar a todos lados y cuando Russo o Manera llamaban para tal cosa ahí tenía que estar”.

"NO RECUERDO EL GOL, PERO…"

La emoción varias veces llegó a la mesa de la redacción donde ayer se realizó la entrevista. Acerca de la noche del viernes 12 de mayo de 1995, en la que Alberto permaneció en una platea tras las idas y vueltas de la previa, confiesa no recordar cómo fue el único gol de "Caldera". Pero a la mente del colaborador de aquel plantel récord llegan otras escenas. “Lo que sí me quedó muy presente es el partido posterior. Viajamos a Tucumán a jugar con San Martín y todos pensaban que Estudiantes se relajaría, pero con Manera, que era el que llevaba la batuta, ¡no se relajaba nadie!. Llegamos un jueves, entrenaron el viernes y el sábado a la nochecita ganamos 3 a 2, con cancha que explotaba. ¿¡Quién se iba a imaginar que un campeón iba a ir 4 días antes a concentrar y hacer todo con la misma seriedad del primero partido!?”.

Embalado en la charla, el "Gallego" arma su podio con los tres mejores: “José Luis Calderón, que se cansó de hacer goles. Ruben Capria, que jugaba de frac y con galera. Y Sebastián Verón (el actual presidente de la institución jugó 33 partidos y metió 3 goles), que al verle la pegada sabías que iba a terminar siendo lo que fue, pero estaba en sus inicios y creo que maduró cuando saltó de Boca a Italia. Ya entonces tenía demasiada personalidad, y un líder llegás a ser con los años”.

La vida misma, con su destino que parece venir de una carambola lejana, le deparó a este buen ser humano, platense de cuna, varias difíciles. En 2004 falleció su amada esposa. Hoy le dice gracias a los amigos del fútbol que fueron “los mejores terapeutas”.

Vuelve al León del Nacional: “De esa época y de cuando era pibe, tengo todo guardado" en su hogar reciente de City Bell. Ya no vive en la casa de calle 57 (entre 27 y 28) donde una vez –estando de vacaciones Alberto- el cuerpo técnico de Russo y Manera la pudo usar para una reunión. Esa casa que hace veinte años atrás lo escuchó llegar tarde y decir con el alma, “somos campeones, amor”. Alberto, que nunca fue futbolista de ningún equipo, aquel día se sintió como uno de los once que le ganaban 1 a 0 a los salteños.

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