548 días: Captada por una secta, un documental frío con final feliz
La serie tiene tres capítulos, y narra la historia de una joven española llamada Patricia Aguilar.
Nacida en el seno de una familia de clase media española, Patricia Aguilar tenía padres separados, pero presentes, y un hermano menor con el que se llevaba muy bien. Durante la adolescencia, todo marchaba sobre ruedas, iba al colegio, tenía preferencia por el animé y el rock pesado. Un día decidió que iba al cumpleaños de un amigo íntimo y ya no volvió más a su casa. Esta historia recién empezaba, y terminaría en Latinoamérica en una muy alejada selva de Perú.
Poco a poco, esta entrega va sacando a la luz una secta que captaba menores de edad, pero que pudo ser disuelta y su culpable llevado ante la Justicia. El trabajo de investigación fue llevado a cabo por Olmo Figueredo y José Ortuño, que se pusieron la tarea al hombro.
Poco a poco, los padres de la chica fueron revisando las cosas íntimas de su hija hasta descubrir que tenía escritos con símbolos esotéricos, rezos y simbología oscura. Además, Patricia obtuvo las explicaciones para un viaje con destino a Perú, y así fue que también se llevó el pasaporte.
Al denunciar a las autoridades la desaparición de su hija, nadie les hizo caso debido a que ella ya tenía la mayoría de edad, y fue tomado como una huida por cuenta propia. Una vez que investigaron a fondo llegaron al culpable, que era un joven peruano que se creía el gemelo de Jesús y había fundado una secta en la que sumaba esclavas a cambio de sexo, con el argumento de que así se salvarían para siempre una vez que llegara el apocalipsis.
Asimismo, el enfoque principal de la entrega busca liberar una discusión que tenga en cuenta cómo estos sujetos lavan la cabeza de los menores: los militan a través de la palabra para sumarlos a estos grupos y así toman el poder sobre ellos.
El culpable de los delitos ya tenía dos esposas y cuatro hijos en común, tres con una y uno con la otra. Al ser conscientes de la campaña que hacían los padres de Patricia, el hombre comenzó una huida por Perú hasta terminar en una isla marginal, donde solo habitaban culpables del narcotráfico.
La muchacha no pasaba desapercibida puesto que era española, blanca y muy alta. Además, estaba consumiendo drogas, por lo que su voluntad quedaba anulada, y también sufría violencia ya que debía obedecer al hombre; si no acataba las reglas, era golpeada.
En plena campaña por la recuperación de la joven, los padres empezaron una odisea mediática que los dejó expuestos en todo el viejo continente. Por esto el hombre tomó represalias contra su víctima, y la obligó a salir a desmentir los dichos de sus padres. Además, les exigió que dejaran de presentarse ante la prensa especializada. Patricia obedeció, llamando a los programas y poniendo en jaque a toda la familia, que solo quería que ella regresara a su casa.
A lo largo de la entrega se puede ver cómo las víctimas van dando su testimonio y revelan situaciones de abuso, entre ellas esperar a un hijo en pleno cautiverio, o pasar hambre y no poder hacer nada. A medida que el relato avanza, también lo hacen las imágenes de los hechos, las coberturas hechas por la prensa y también el material compuesto por las relatorías de trabajo de campo, hecho por la misma Policía.
Con la imagen desgarbada y la sanción a flor de piel, la joven Patricia, ya devenida en adulta, va contando cómo supo que estaba embarazada cuando la relación con su captor ya estaba en pésimas condiciones y cómo, ante su rebeldía, el hombre osó con fantasear en que quizá la mataría para estar en paz y seguir adelante. El embarazo se dio en condiciones paupérrimas, debido a que no tenían para comer, vivían en la selva y la dejaron sola porque el hombre y sus otras esposas se fueron a la capital de Perú a trabajar.
Tiempo después, la Policía logró encontrarlas, apresó al hombre y todo fue volviendo muy de a poco a la normalidad. Mientras las dos primeras víctimas están en Perú, Patricia volvió junto a su bebé a vivir a España, donde trabaja como asistente social y está junto a su familia.
Impresiona ver en el documental a la propia Patricia hablando de todo aquello que le pasó, sentada delante de la cámara de los directores, imagen que contrasta con la de aquella niña inocente que un día salió de viaje a Perú, totalmente engañada, y volvió desnutrida y con un bebé en brazos, después de haber sido víctima de tales situaciones de violencia y degradación máxima.