A 20 años del debut solista de Skay Beilinson

El guitarrista de Los Redondos fue el primero en publicar un trabajo en soledad. Un disco de sonido clásico que dejaba entrever una estirpe musical propia.

Corría 2001, el país se caía a pedazos y hacia fines de ese año el calendario marcaba que en noviembre Los Redondos tocarían en la ciudad de Santa Fe. Una misa más. Pero el viento de la historia, como es fama, sopla a su antojo. Y unos meses antes, entonces, se anunciaba que la fecha se caía “porque la situación del país no estaba para festejar nada”. Así decía, poco más poco menos, aquella histórica tapa de la revista La García. En la teoría, Los Redondos, la banda más importante y más popular de Argentina, se tomaba un año sabático. En la práctica, puertas adentro el horno no estaba para bollos: la cosa estaba hostil. Y un año después, llegó la primera aventura solista de un ex Redonditos de Ricota: Skay Beilinson editó ese año A través del mar de los Sargazos.

Un disco que ya desde su estética -siempre a cargo de Ricardo “Mono” Cohen- marcaba cierta vuelta a los orígenes: una carabela en un mar bravo y el arte emulando una madera con las palabras grabadas. Por momentos, música de taberna, de bares, de cantina. Sí: ya no la épica de los estadios y de miles y miles sino la propuesta de una épica a escala humana, de lugares pequeños ya desde el espíritu de estas canciones.

Musicalmente fue un corte abrupto considerando los últimos trabajos de Los Redondos. Acá casi no hay máquinas, ni samplers, ni ruidos: en ese sentido es un disco blusero: va a la raíz. Skay, un detective salvaje yendo hacia el roots, hacia el origen. Hacia la modernidad de lo que habita allí. Eso se sigue evidenciando, y cada vez más, en sus recitales. El estilo guitarrístico Beilinson: bueno, por caso, basta volver sobre Con los ojos cerrados para encontrar ese modismo tan propio, no un virtuosismo de clavar muchísimas notas sino el de poder dejar un lugar para el silencio.

Un primer hit y el primer encantamiento en plan solista del público con Oda a la sin nombre, de las más coreadas y celebradas en sus recitales, desde un primer momento; Astrolabio y su latido lento, su aire épico, sus pasajes guitarreros tan propios antes de que el estribillo estalle y el cante, por ejemplo: “A navegar el abismo, a navegar el silencio, a navegar tempestades, con la proa en el norte y la cruz en el sur, eterno peregrino”. No hay grandes solos de guitarra, como podría pensarse. Más bien hay un guitarrista pelando sus primeras canciones, sus primeros arrebatos letrísticos que ya desde el vamos dejaban ver la búsqueda de un estilo propio.

Aquí y allá, se sigue repitiendo, y con bastante razón de ser: Solari se llevó la masividad y el “dominio público” de Los Redondos, Skay se quedó con la mística. Basta echar la mirada sobre cómo son los recitales de cada uno. Una vez el poeta Fabián Casas definió al guitarrista diciendo que tiene el don de la invisibilidad.

En su momento, el periodista Claudio Kleiman escribió en la reseña de la revista Rolling Stone de noviembre de 2022: “En A través del Mar de los Sargazos (nombre de una zona del Atlántico central cuya capa semisólida de algas, siglos atrás, resultaba una trampa mortal para los barcos de vela) hay canciones que remiten a distintas épocas de los Redondos, así como otras que llevan la impronta individual de Beilinson y pertenecen al rubro éste tema-mata-pero-no-encaja-en-el estilo-del-grupo. Desmarcado de las presiones de Patricio Rey y las exigencias de su coequiper de composición, Skay construye un álbum estilísticamente diverso”.

Habrá que creer que el tiempo ha limado ciertas asperezas entre estos dos bravos muchachitos que, sino se han jurado amor eterno, lo apostaron sin nombrarlo en sus canciones. Porque dos que se quieren se dicen cualquier cosa. Hace veinte años Skay se animaba a decir, sin gritar: acá también late el espíritu de Patricio Rey.

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