Anamá Ferreyra, una brasileña suelta en la Argentina

Desfiló en pasarelas internacionales. También incursionó en la actuación. En la actualidad, está abocada a la vida en familia y a su escuela de modelaje

A fines de los 70 llegó al país para conocer Buenos Aires sin saber que sería su lugar en el mundo. Ana María Ferreyra, más conocida como Anamá, es un ícono de la moda y referente de las pasarelas. El carisma y la femineidad que la caracterizan son su marca registrada.

Radicada en la Argentina, la morena inició su carrera en el modelaje y, con el transcurso de los años, fue innovando en otras facetas, como conductora e incipiente actriz. A través de la experiencia y de su imagen, creó una empresa exitosa. En la actualidad está abocada a la vida en familia y a la labor diaria en su emprendimiento: Anamá Models, una agencia y escuela de modelaje.

“Pasaré por Buenos Aires antes de irme”

En su juventud, Ferreyra trabajaba como modelo en Brasil y recibió una interesante propuesta laboral para instalarse en París. Tenía unas semanas libres antes de abandonar su país de origen y optó por vacacionar unos días en Buenos Aires .

Aterrizó en la “ciudad de la furia”,  conoció a varias personas y las campañas publicitarias no tardaron en llegar. Debía tomar una decisión y eso hizo. Canceló su viaje  a Europa y aceptó residir, de forma permanente, en Capital Federal.

—¿Cuál es tu mirada del universo de la moda?

—Es una industria compleja, cambiante, poderosa, cruel, sin escrúpulos ni piedad alguna. Hay que ser consciente del mundo al que se ingresa. La magia de la moda puede ser encantadora o terrible. Imaginate que cada temporada presenta un estilo, un género, un color, y la influencia es tan grande que uno termina comprando una prenda, intenta obtener ese producto o al lo menos piensa y desea.

—¿En qué momento decidiste finalizar tu carrera de mannequin e iniciaste otros emprendimientos?

—Antes de abandonar las pasarelas incursioné en pequeñas columnas de moda en programas de televisión y ya trabajaba en la escuela de modelos. Las dueñas de la escuela eran Pata 

Villanueva y Paula Domínguez, pero no podían sostenerla más porque una se iba del país y la otra iba a ser madre por primera vez. Empecé a dar unas clases, me gustó la experiencia y al tiempo monté mi propio emprendimiento, que ya tiene varios años. 

    El contexto se modificó y pudimos abrir locales en diferentes ciudades. Sucede que Buenos Aires cambió en estos años y la gente ya no quiere viajar tanto por la inseguridad y la distancia, entre otras cosas. Los traslados son costosos y las alumnas son muy chicas, entonces son acompañadas por sus padres. Por eso, abrimos las extensiones de la escuela en puntos estratégicos. Soy observadora, veo la necesidad de la gente, hacia dónde va y qué necesita, y hago algo para que funcione.

—¿Qué mirada tenés sobre el crecimiento de las alumnas en una industria tan compleja?

—Quiero que se formen y les vaya muy bien. Es importante que representen la excelencia de la escuela. Ellas son figuras reconocidas en el país y en el exterior.

—Sos la responsable de la agencia, ¿qué dificultades laborales se te presentaron en este recorrido como emprendedora?

—Lo más difícil es que uno es la empresa, la pyme, y las decisiones hay que tomarlas. Por ejemplo, todo recae en mí y no puedo tomarme vacaciones extensas.

   Cuando trabajás en un lugar tenés que tener la camiseta puesta; si no, no sirve. Hay que pensar en proyectar e ir siempre para aelante, porque así nos va bien a todo el equipo de trabajo.

—En una entrevista radiofónica reciente dijiste que, adrede, hablabas mal en castellano...

—Si, es mi marca registrada. Creo que mi acento es simpático y  me hizo ganar notoriedad. 

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