Entrevista Exclusiva

Divina Gloria: “El arte es mi forma de vivir”

La consagrada actriz se abocó a la música y produjo un documental sobre el teatro yiddish que revela la historia de sus abuelos.

En febrero de 1962, Divina Gloria llegaba a este mundo sin saber que su vida estaría marcada por el arte y la innovación constante.
Tras el final de la Dictadura y el advenimiento de una democracia incipiente, nacía una escena under que transcurriría en espacios icónicos como el Parakultural o Cemento. En este sentido, una joven Divina Gloria comenzó a gestar su prolífica carrera como actriz, bailarina y performer, para luego incursionar en la pantalla chica, sobre las tablas y en el séptimo arte junto al gran capocómico Alberto Olmedo.

Asimismo, la considerada “Madonna argentina” trabajó junto a Pepe Cibrián Campoy en sus vastas puestas en escenas y a la par produjo su primer disco pop titulado Desnudita es mejor. De esta manera, transitó el movimiento independiente, los espacios comerciales. También se animó a hacer música electrónica, cantó jazz y editó un álbum de tangos íntegramente grabado en yiddish, que la catapultó a la fama internacional.

Cautivadora, amorosa, brillante, supo bailar en escenarios gigantes ante Charly García o Fito Paéz; y también formó su familia al convertirse en mamá de León, quien hoy tiene 19 años, el hijo fruto de su amor con Horacio “Gamexane” Villafañe, el mítico guitarrista de la banda Todos Tus Muertos, que falleció en el 2011. En los últimos tiempos, la cantante formó parte de éxitos como Extinguidas y El show de la menopausia, entre otros, y eventos musicales como la producción de canciones.

Sin embargo, la pandemia produjo un corte en la vida tal como la conocíamos, y muchas actividades se trasladaron puertas para adentro. Divina escuchó música, trabajó, se destacó como fanática de la limpieza y compartió los días con su primogénito. Ahora está inmersa en la conformación de su banda junto con dos amigos, pero también llevó a cabo un documental abocado a la historia del teatro yiddish en Argentina, desde la época del 30, hasta el 50. En este contexto, se reencontró con un familiar y ahí pudieron recabar toda la información sobre el árbol genealógico repleto de artistas.

En diálogo con este medio, la entrevistada recorrió su vasta trayectoria, compartió parte de su bagaje cultural y expresó cuáles son sus proyectos inminentes.

—Los 80 le dieron la bienvenida a la apertura democrática, pero también a una corriente cultural que sentó las bases del paradigma contemporáneo, con referentes artísticos cuyas obras aún permanecen en el imaginario colectivo. Formaste parte de este grupo, ¿qué recordás de aquél entonces?

—Estos años fueron la felicidad, la libertad y la creatividad. Además, para mí, fue el despegue hacia la popularidad, que es hermosa. Estoy muy agradecida por ello, con esto me refiero al amor de la gente.

—¿En qué proyectos estás inmersa en estos tiempos tan particulares que atraviesa la humanidad?

—Estamos ensayando junto a mi banda, que se llama Karavanah, junto a los músicos Pedro Onetto y Alejandro Terán. Asimismo estoy haciendo un documental titulado Sangre no es agua, que revela la historia de mis bisabuelos en el teatro yiddish en Argentina. Es decir, tiene un recorte cronológico entre las décadas del 30 y 50 respectivamente. Considero que es un legado de amor hacia la Argentina.
Por otra parte, la música está realizada íntegramente por Fito Páez, pero también incluimos melodías de Shalom Baby y ciertas partes de Mar de amores, un disco hermoso que hicimos junto a Los Pericos y Diego Blanco. Otra canción de Pedro Onetto, llamada Gonik, está presente. También colaboraron Nicolás Rainone, Cecilia Menis, Pablo Vega y Flor Yaela.
Quiero mencionar que además del teatro yiddish, este relato audiovisual revela cómo un familiar nuestro que vive en Coventry, Inglaterra, nos buscó durante 40 años, nos encontró junto a mis hermanas. Es por ello que organizamos un viaje para poder conocernos, justo antes de que cerraran los cielos y las fronteras. Sucedió dos meses antes, que coincidimos en las Cataratas del Iguazú; nos adoramos y desde ahí surgió la idea de esta producción documental.

—¿Considerás que el arte es una escapatoria en momentos de tanta incertidumbre?

—La pandemia la atravesé con mucha tristeza, ayudando y acompañando a la gente. Tenemos que cuidarnos. El arte es mi forma de vivir, no conozco ni sé hacer otra cosa.

“Los años 80 fueron la felicidad, la libertad y la creatividad”

Con una extensa carrera, forjada en escenarios del under porteño que supieron nutrirse del espíritu que exigía el fin de la censura y la libertad como estandarte expresivo, el gran público se hizo eco del talento de Divina Gloria a partir de su incorporación a los ciclos televisivos liderados por el capocómico Alberto Olmedo. Dentro de dichos programas, en El manosanta y Éramos tan pobres, conformaron una dupla que trascendía la pantalla, al punto de transformarse en íconos de una época gloriosa de la televisión.

A esto luego se le agregarían participaciones en temporadas veraniegas junto al artista, obras de un rotundo suceso, como así también en la adaptación cinematográfica de 1987 del sketch del curandero. Tras el cimbronazo que significó para toda la troupe la inesperada muerte del humorista, Gloria avanzó en su carrera, alternando música, cine, teatro, televisión y mucho más. En diálogo con este multimedio la multifacética artista recuerda su ingreso al universo de Olmedo y la televisión, indicando que “los años 80 fueron la felicidad, la libertad y la creatividad”.

—En un contexto de pleno trabajo en la escena independiente, te llegó la propuesta para trabajar junto al gran capocómico Alberto Olmedo. ¿De qué manera se dio este encuentro?

—Estaba haciendo teatro con Michel Delhaye en el grupo Caviar, y una amiga del Negro me vio para luego hablarle sobre mi trabajo. A los días, vino a mi casa para conocerme en persona y enseguida entré al elenco estable de No toca botón. Hugo Sofovich no podía creerlo, pues era muy amigo de mi papá.

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