“Ese diálogo entre las raíces y algo más moderno y digital es un rasgo fuerte de nuestra identidad”

En una charla con este multimedio, el dueto musical Caramelos de la Nada presenta su nuevo disco, homónimo.

Formado en 2018, Caramelos de la Nada es un dueto conformado por Analía Ruiz y Diego Cotelo que trabajan en las canciones rioplatenses. Ahora estrenan un disco homónimo que ya suena fuerte en su país, Uruguay. Respecto de la producción, el dúo asegura: “Es un disco con una gran multiplicidad de climas: algunos estáticos y profundos, otros acelerados y lisérgicos. Una experiencia intensa que a menudo pasa por la melancolía, pero nunca se estaciona en ella. Un experimento de los sentidos”.

Durante una charla con diario Hoy, la propuesta artística se expresó sobre su trabajo y el lanzamiento reciente que tienen en su haber.

—¿Bajo qué contexto surge Caramelos de la Nada?

—El contexto es crear el proyecto en sí mismo. Con “Ani” (Analía Ruiz) nos conocíamos “de lejos”. Un día ella me comentó que le gustó un disco que yo había sacado y le pregunté si quería que armáramos algo versionando canciones de otros. Unos tres años después estamos aquí.

—¿Qué ideas tienen en cuenta a la hora de elegir el repertorio?

—En general elegimos temas que nos encanten y que tengamos muchas ganas de hacer. Los tocamos un tiempo y si les encontramos una forma propia de hacerlos, si sentimos que nuestro arreglo tiene algo especial, que le aporta algo, lo conservamos. Si no pasa así, lo vamos desechando. En este disco hay ocho canciones, pero en estos años probablemente hicimos unas 30 hasta llegar a estas pocas definitivas. Es un proceso muy entretenido y placentero y a la vez misterioso. Hay temas que por mucho que nos gusten no les encontramos la vuelta y hay otros que casi sin esfuerzo “calzan”. La sensación de no poder controlar mucho eso (de que hay cosas que parecieran decantan solas) es muy confusa y atractiva.

—¿Cuáles son las inspiraciones alrededor de este nuevo álbum homónimo?

—Hay de todo. Si es por nombrar artistas te diría: Bituin, Apanhador Só, Bon Iver, Moses Sumney, Radiohead, James Blake, Metá Metá, Luna Monti y Juan Quintero, Liliana Herrero. Muchas veces hay un concepto que nos divierte y es el de tomar un tema de origen folklórico y llevarlo a un territorio más ruidoso y posrockero. Ese diálogo entre las raíces y algo más moderno y digital es un rasgo fuerte de nuestra identidad.

—¿De qué van las letras de las canciones escogidas? ¿De qué habla el disco?

—En el disco hay una coherencia que es interna, nuestra. Me refiero a una concepción de “coherencia” no lineal: hay muchos cambios de todo tipo en el disco pero eso es un fiel retrato de nuestras tendencias millenial, YouTube, zapping, scrolling, eras. Las atmósferas del disco que más se repiten son: recóndito, inexplicable, melancólico, sugerente, vastitud, vacío, hueco, y tremendamente profundo, onírico, jocoso, vehemente, rústico/moderno, turista/local. No sé si estamos en condiciones de afirmar sobre de qué habla el disco. Las obras y sus letras no son nuestras, así que preferimos pensar nuestro trabajo como el de unos artistas de collage. Un retrato a base de retratos, una pintura de óleo de un circuito de cámaras de seguridad, el diario íntimo de una persona con desorden de personalidad, una estrella que está constantemente estallando y naciendo al mismo tiempo, el tatuaje de una cara, un olor a rocío de campo en plena ciudad, el eco de una voz familiar en un estacionamiento vacío en un subsuelo. Es decir: no tenemos mucho control sobre nada.

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