Gastón Marioni: “Creo que tenemos un teatro nacional brillante, vivo y superprolífico”

En diálogo con diario Hoy, el director teatral y dramaturgo reflexionó sobre el arte en Argentina y presentó los proyectos que se trae entre manos para este año.

Formado como actor, director y dramaturgo, Gastón Marioni construyó su carrera con esfuerzo y perseverancia hasta convertirse en el número uno en Argentina. Paso a paso supo estar detrás de piezas inigualables que han recorrido este suelo y también cruzaron hacia otras fronteras. En la actualidad, el artista trabaja en dos puestas en escena que estarán en la ­ciudad de la furia. Es por ello que dialogó con este multimedio para recorrer su vasta trayectoria.

—¿Bajo qué circunstancias te adentraste en el teatro? ¿Y en la dramaturgia?

—Comencé con teatro en 1993 cuando cursaba el tercer año del colegio secundario. Ya hacía unos años antes, más precisamente cuando estaba en cuarto grado, vi un musical en el teatro Coliseo Podestá que se llamó El diluvio que viene y ahí tuve un flechazo a primera vista con respecto a la actividad teatral. Es más, dije que quería hacer algo de eso. Luego pasaron varios años y empecé a estudiar en ese mismo espacio. Por aquellos años había un taller de expresión creativa y bueno, a partir de ahí y hasta hoy no paré nunca más respecto a lo teatral. Creo que lo encontraba como una manera de expresarme mucho más eficiente que otras como la matemática, la pintura o el propio diálogo coloquial. Por otro lado, la dramaturgia llegó unos años después. Es decir, siendo alumno, muy rápidamente empecé a coordinar unos grupos y así cuando queríamos armar algo, pronto me constituía en la coordinación de los proyectos, en relación a los primeros. Ese juego terminó derivando en mi rol como director. Desde allí comencé a tener la necesidad de tener herramientas sobre la escritura; entonces allí estudié dramaturgia y apareció como otra disciplina, otra profesión que estudié mucho, que me gusta mucho y, a partir de allí, empecé a producir mis propios textos.

—¿En qué proyectos estás inmerso en la actualidad?

—Por estos días estoy a punto de estrenar Piero, un musical holandés que está basado en una novela que fue publicada en 1979. Allí dilematiza un poco la cuestión de los géneros femenino y masculino. En 1994 se tomó esta obra para un musical que recorrió todo el viejo continente. Además, está escrito para títeres, dos pianistas y actores. La música es preciosa y es la primera vez que se hará traducida al español en Argentina. Eso en primer lugar.

Por otro lado, estoy preparando para el mes de abril, un monólogo de un autor argentino que será interpretado por Lucas Pose que participó en El marginal, en Monzón, en varias series. También viene del mundo del trap, es músico. Narra la historia de un pibe que sufre de xenofobia y cómo los condicionamientos sociales pueden llegar a arruinarle la personalidad por “portar una cara” sujeta a ser discriminada. La obra está buenísima, actúa Lucas junto a tres músicos en escena. Así que estoy con esos dos trabajos.

—¿Qué debilidades y fortalezas te encontraste en el camino del arte?

—Las fortalezas me parece que son el tesón del trabajo, la perseverancia y el esfuerzo, digo yo que sé que siempre he trabajado desde esos lugares, con convicción y de todo. De esa manera fue en la que desempeñé mis funciones cuando fui el director del Coliseo Podestá. Me parece que son todas fortalezas. En relación a las debilidades, una podría estar dada por la administración del tiempo, que a veces es un lío, y el teatro lo demanda de forma constante. También, en lo que concierne a la actividad teatral uno necesita hacer varios trabajos al momento de tomar esta profesión. Ni hablar si se decide recorrer el camino del teatro independiente y si uno quiere autosustentarse desde la actividad. A veces, con un solo proyecto no alcanza, pero esto tiene que ver con un marco socioeconómico y cultural que ­atravesamos en el país. De esta manera, el teatro independiente siempre luchó con esta cuestión.

—¿Cuál es tu mirada sobre la actualidad de la escena teatral nacional?

—Siempre mi mirada sobre la escena actual del país es positiva. Siempre digo lo mismo, somos la segunda, tercera o cuarta capital del mundo con más actividad teatral, con más elencos, artistas y somos nombrados en todo el mundo. Justamente por esta cantidad de teatro, pero más importante por la calidad del teatro, pues las obras argentinas son muy recibidas, por ejemplo, en España, en México, festivales europeos. Desde la resistencia estamos acostumbrados a producir muy buen material. Después, en la pospandemia, lejos de achicarse, la actividad teatral se expandió, sigue viva, hay producciones. Por supuesto que la situación económica está complicada en todos los rubros y el teatro no está exento. Creo que tenemos un teatro nacional brillante, vivo y super prolífico.

—¿Qué mensajes brindás a través de tu arte?

—No sé si busco transmitir un mensaje con los trabajos que hago. Hay algunos textos que quizá tienen una moraleja o moralina que viene de la camada del teatro realista clásico, moderno. Digo, me parece que el teatro excede, a veces, la idea de mensaje. En lo personal, más que transmitir un mensaje, me parece que está bueno tener la chance de acercarle al público una opción de reflexión que sea diferente. Como, por ejemplo, que podamos asistir al teatro para pensarnos en conjunto. Entonces más que un mensaje, considero que, quizá, es una posibilidad de pensarse como con otro caleidoscopio que el lenguaje coloquial, la charla junto a unos amigos o el analista. De esta manera, el teatro tiene esa maravilla que es poder pensarnos subjetivamente con otros, a partir de otros. Eso sí me importa, que el teatro produzca un efecto de corrimiento, de conmoción, de correrse del lugar, y poder, por un rato aunque sea, suspender la linealidad del cotidiano y entrar en otro tiempo de pensamiento que es justamente lo que permite el teatro. Por eso, me parece que desde los ­griegos hasta hoy sigue vigente, por eso la gente acude a esos lugares más o menos conscientes de que eso acontece, me parece que está buenísimo. Sería aquello a lo que los griegos llamaron la catarsis. Creo que está vigente, que excede al mensaje y es sencillamente estar en otra situación de contemplación. Eso está buenísimo. Y si el teatro lo produce eso si me importa, me parece que está muy bien.

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