entrevista

Iván Wyszogrod: “Un día sonó el teléfono y me dicen te vamos a pasar con Leonardo Favio”

Recientemente nominado a los Martín Fierro Cine por su trabajo en la película Goyo, el compositor recuerda su carrera y su trabajo con grandes como Leonardo Favio.

Iván Wyszogrod es de los buenos trabajadores del cine. De esos que aman y se apasionan por lo que hacen y nunca dejan de imaginar melodías para los proyectos que lo convocan. Ganador de múltiples premios por sus sonidos para películas, trabajó en icónicas cintas como Gatica, El amor menos pensado, Te esperaré, La reconstrucción, Mía, Aniceto, Crónica de una fuga o El pasado. Hablamos con él en exclusiva para desandar los pasos de una carrera increíble.

—¿Primer recuerdo que te viene de una banda sonora o de música en el cine?

—El primer recuerdo que tengo de una película que me haya impactado de banda sonora fue Koyaanisqatsi. Esa película la vi cuando era muy chiquito, 17, 16 años, no sé. Me impactó muchísimo, no solo la estética, obviamente, y me parece que el paquete en general me terminó ganando. Fue como muy fuerte.

—¿Vos ya venías estudiando música?

—Yo estudio música desde muy chico, desde los 6 años en adelante. Empecé a estudiar piano, tenía uno que me compró mi papá. Mi papá era violinista.

—O sea, la música ya estaba…

—Ya estaba ahí presente. No era un violinista que estuviese ahí todos los días tocando, pero era una época en donde estudiar música estaba bien visto, viste. Obviamente que nuestros padres, abuelos, todos tocan el piano, la guitarra, un poquito, por lo menos. Compraron un piano y el profesor venía, nos daba clases. Yo estaba como muy incentivado, muy contento, y ya mostraba como oído, mucho oído. Entonces tocaba y estudiaba. Así fue toda la infancia y la adolescencia.

—Y esta película que a vos te impactó…

—Me impactó muchísimo.

—Ahí dijiste acá debe haber algo…

—Me acuerdo de esa como un impacto así a nivel música, que tomé conciencia de que la música en una película, era algo especial. La república perdida, también. La música de La república perdida me sacudió por completo. En esa época yo tenía un teclado, un Casio, un sintetizador Casio que era buenísimo, y que tenía los mismos sonidos. Entonces yo tocaba la música de La república perdida. Muy poco después, porque fue cuando salí del secundario, vi El padrino, y El padrino también fue como otra película que me sacudió por completo. Y al toque hice la música de Gatica. Entonces, una mezcla de Koyaanisqatsi, que apliqué en Tanguera, cuando fue la música de Gatica, que fue como esa épica de esa película aplicada a Tanguera, y un poco de El padrino también, con los clarinetes y con climas así un poco más suaves y más italianos, de alguna manera, aplicados en otros climas. Gatica fue como todo un descubrimiento de que era lo que me gustaba a mí también.

—¿Cómo fue el salto? Porque vos ahí lo decís: yo venía estudiando música, y llegás a Leonardo Favio…

—Mientras estaba en la facultad, estaba haciendo el CBC de Diseño Gráfico y era como que no encajaba. Pero tenía mis sintetizadores, tenía una bandita, un grupo, y Daniel Grinbank nos dice: le mandamos un demo, vengan a grabar un disco. Al Cielito, a un estudio, toda una situación increíble. Mientras estoy grabando ahí, conozco a una persona que me lo presenta a Raúl Parentella. Unos años atrás, pero para mí es un padrino. Entré a su estudio, conozco por primera vez en mi vida un estudio de grabación, y ahí empiezo a trabajar para él, haciendo música para Coca-Cola, ganando campañas. Música para publicidades de todo tipo. Miles y miles de campañas. En ese estudio de grabación, un día vine a grabar a Eduardo Frigerio, que es otro músico, quería que le produzcan un disco, así que le hago la producción. Él era muy amigo de Sebastián Borensztein. A través de él empezamos a hacer la música de Tato Bores, de Tato de América y Good Show, los últimos dos ciclos de Tato Bores. Ahí adentro, lo conozco a Pappo, y hacemos Mi vieja de Pappo, para que tengas una idea de toda la cosa, de cómo se empieza, todos los caminos que se hacen. La conozco a Reina Reech, inclusive, que se estaba separando de Nicolás Repetto, y me dice: por favor, necesito que me produzcas un disco, haceme las canciones para un programa infantil, que no tengo la música. Le hacemos Colores con Esteban Villarreal y, en el medio de todo eso, de Tato Bores y todo, inclusive Brigada Cola para Telefe, las pelotitas de Telefe, un montón de cosas, me entero de que Favio está filmando. Voy a la filmación y le llevo un casete con un tema que se me ocurrió, con clarinetes, y con una base muy suave, pensando en de qué se podría tratar la película. Escucha el tema y me dice la secretaria: te vamos a llamar. Yo seguí, y seguí con todo lo que tenía que hacer, el trabajo, que era un montón, y que me divertía mucho. Y un día sonó el teléfono, atiendo, y me dice: Hola, te vamos a pasar con Leonardo Favio para acá. Y yo dije: es un amigo mío, que me está jodiendo.

—Era la época de Tangalanga…

—Tangalanga full, y me dicen: Hola, mi amor, y ahí le reconozco la voz, y dije, esto no puede ser. Y me dice, ¿cuándo venís a verme, por favor? Vení para mi oficina. Y ahí, corriendo, fui y empecé a trabajar con él. Me llevo a la casa de Mariano Mores, él me tocó el piano durante una hora y media, me mostraba cosas, decía: este tema a mí me encanta. A ver, tocabas un poco, yo tocaba, él tocaba y Favio escuchaba. Nos tomamos un café, fue como toda una experiencia astral y ahí arrancó todo. Aunque en un primer momento me catalogaron como artista de culto y no salía nada, tuve la posibilidad de entrar Pol-ka e hice la música para muchas series y las películas que producían. Me llamaron para hacer un demo en Comodines y funcionó increíble, después Alma mía, en el medio también lo conocí a Babenco. Cuando hice Aniceto dice: Venite que quiero almorzar con vos, y para mí fue como wow, ahora internacional y Babenco.

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