Juan Minujín: “Me gustó mucho de este guion que es un policial negro”

Basada en La muerte lenta de Luciana B., de Guillermo Martínez, esta semana llega a las plataformas audiovisuales una nueva adaptación de la obra del autor argentino.

La ira de Dios es la nueva película dirigida por Sebastián Schindel, con los protagónicos de Juan Minujín, Macarena Achaga y Diego Peretti. Explora cómo un poderoso hombre está tras las misteriosas muertes de los familiares de una exempleada. Para conocer detalles de la propuesta, que podrá verse en todo el mundo desde hoy en ­Netflix, hablamos con Minujín, que encarna a Esteban, un periodista en decadencia.

—Fuera de El marginal, no hiciste mucho cine de género policial o thriller, ¿tenías ganas de que apareciera un proyecto como este en tu carrera?

—Sí, sobre todo me gustó mucho de este guion que es un policial negro. Eso me parecía bastante atractivo desde la narración, desde cómo se trabajó el arte, la fotografía; eso me interesaba, pensando en El marginal, que es completamente diferente desde lo narrativo y lo visual.

—¿Habías leído la novela?

—No, leí primero el guion y después la novela. Este tuvo varias versiones, que cada vez, por suerte, se trabajaron mucho más con Sebastián y el guionista Pablo Del Teso; en el medio iba participando con mi mirada y Sebastián era bastante permeable a lo que proponía.

—El mundo del periodismo fue reflejado varias veces en el cine. ¿Cómo fue componer a este profesional en decadencia que acompaña a Luciana en su búsqueda?

—Hablé con dos periodistas, esto fue en medio de la pandemia, así que se complicaba porque los periodistas no estaban yendo a las redacciones. Siempre trato de acercarme y quería saber un poco la “rosca” interna, eso me interesaba saber: la política de una redacción, cuáles eran las notas que nadie quería hacer, cuáles sí, cuáles eran los periodistas “intocables”, las rutinas, la conexión con los fotógrafos. Yo trato de ir y perderme en los lugares y ver el funcionamiento, pero acá fue imposible, así que el trabajo previo fue por teléfono. Acá era importante encontrar la motivación del ­personaje, que no era llegar a la verdad, sino que es más miserable o menos noble. Tiene que ver con la envidia que tiene por el otro, cómo quiere destruir o aplastar al otro en vez de ­buscar la verdad para hacer justicia. Después en el camino le pasa otra cosa, pero en principio los motores que lo mueven no son los más nobles.

—¿Cómo conectaste con Macarena y Diego y cómo trabajaron para no adelantar nada en

la narración?

—Sebastián tenía muy en la cabeza qué información dar en qué momento y yo me plegué a eso, porque el guion era muy complejo. Iba y venía, y si bien tenía todo marcado, Sebastián tenía ya un poco la película montada en la cabeza, sabiendo detrás de qué iba a ir el espectador. Para mí eso está bueno e incluso como espectador ver detrás de qué va el público. El trabajo con Diego y Macarena fue muy distinto. Con Diego no había trabajado nunca, admiro mucho su trabajo como espectador, lo he visto mucho. Me parece que es un actor muy único que tiene una verdad y un juego muy especial, es muy particular, sin dejar de ser verdadero es muy lúdico lo que hace, y en este trabajo en particular hace una búsqueda expresiva con colores que no le vi antes, ya estar con él me resultaba interesante en sí mismo. Y después hay una escena, que dura como 15 páginas de película, fue muy placentero trabajar con él, una muy linda comunicación. Con Macarena, desde otro lugar, también fue un placer, es alguien que no conocía y nos comunicamos muy bien. Después, para mí la película tiene muy buenos aportes de actores en roles secundarios, como German Da Silva o Lisandro Fiks, ­Guillermo Arengo, es un lindo elenco en general.

—La película comienza marcando cómo las mujeres quedan a merced del poder patriarcal. ¿Cómo creés que dialoga con el actual momento de conquistas de género en una propuesta de entretenimiento?

—Creo que la película se asoma a eso, pero no se sitúa así. No creo que hable de qué le pasa a una mujer cuando sufre acoso sexual, sino que es el puntapié, un poco se asoma, pero no profundiza en el tema. Sería poco honesto decir que la película habla de eso, porque no lo hace, está amparada en el género y en la novela de Guillermo, donde eso no tiene un relieve. Por eso digo que es el puntapié y seguramente es algo que en noso­tros hace 10 o 15 años hubiese pasado desapercibido, pero ahora las cosas están tomando relieve y espacio para tener voz. No creo que la película ponga en evidencia nada nuevo ahora.

—Pero pone sí la idea de cómo a pesar de tomar una decisión el poder puede seguir sesgando y acorralando…

—Sí, hay algo de la posición del personaje de Diego que va a avanzando en una relación que no tiene correlato; le dice que le había dado signos, que en realidad ella lo único que hizo es estar así con una ropa “así o asá”.

Noticias Relacionadas