entrevista

Julián Ibarrolaza: “Me siento melancólicamente feliz cuando grabo”

En diálogo con diario Hoy, el músico y compositor reveló los detalles de su nuevo lanzamiento discográfico.

Con esfuerzo y perseverancia, Julián Ibarrolaza puso manos a la obra para componer y producir su disco solista, que prontamente estará disponible en todas las plataformas digitales.

—¿Cómo surge esta obra?

—Este disco se llama Perfectamente mal y estará a la venta en octubre. La ilustración de la tapa estuvo a cargo del talentoso artista plástico y amigo mío, Juanjo Kaufmann. Este material es una continuación del trabajo en estudio, que vengo realizando hace muchos años. Es una parte más del rompecabezas musical o del cancionero personal que cultivo, inspirado en mis autores preferidos, desde hace 30 años. Surge del canto a capella de la canción propia, para luego vestirla de música, con diversos instrumentos, casi todos de la familia del rock, lo que nosotros llamamos producción artística o musical. Surge por la necesidad de grabar mis ideas melódicas y literarias, unidas en forma de canción, Este disco está grabado con la participación, la generosidad y elegancia musical que muchos músicos amigos aportaron con gracia y mucho oficio.

—¿Qué conceptos están inmersos allí? ¿Y sensaciones?

—Conceptos como arreglos, solos de violas, pequeñas partes instrumentales, cantos, coros, armonías vocales e instrumentales, estructuras bien resumidas, letras creíbles y poéticas (realismo poético). Imaginación, dedicación, confianza, afectividad, introspección, bienestar, tranquilidad y paz interior, ansiedad, miedo, desahogo, felicidad melancólica. Me siento melancólicamente feliz cuando grabo.

—¿Qué expectativas tenés?

—Los discos que grabo me envuelven de felicidad. Me devuelven la felicidad, a veces perdida. Momentos intensos de plena música me hacen creer nuevamente que las cosas tienen sentido. Escuchar mis canciones y escucharme cantar lo que invento, con toda la humildad del mundo, me ponen contento. Me conecta con la gente: con mis amigos, con mi familia y conmigo mismo. Me ayuda a sociabilizar y me permite ser afectivo. En la música es distinto, me siento como pez en el agua y no puedo ocultarlo. Atrás quedaron esos tormentosos días en los que no me podía escuchar. Ahora disfruto de mis discos, sobre todo antes de que salgan, cuando los grabo y cuando recibo las mezclas. Luego me canso y necesito escribir material nuevo. Viajo junto con mi música y mis canciones en todo momento: cuando camino, cuando trabajo, cuando almuerzo y cuando duermo. No lo puedo evitar. Sueño con la música y cuando no, tengo pesadillas. Mi mundo es así. Mi mente, mi alma y mi corazón son así, inevitablemente musicales. El arte me atraviesa por todos lados, sobre todo la música. Cuando escucho rock quiero ser todos los artistas preferidos cada noche en un teatro o un bar cualquiera, cuando escucho jazz, quiero ser Chet Baker, Bill Evans, o Tom Waits. Hay noches en las que quisiera volver a tocar una Mazurka de Chopin, o alguna obra de Shumann o Shubert, y cuando escucho folklore quisiera tocar Alfonsina y el mar, a Guastavino y Leguizamón.

El precedente continuo

A lo largo de su carrera, Julián logró lanzar discos como solista con notable difusión y buena recepción. Entre los títulos se destacan El juego de las lágrimas, Volar no es lo que soñaste, El fin del amor, Algunos días sin música, Los muertos en el placard y Viajar solo.

Por otro lado, también supo desplegar su magia como fundador de otros proyectos, como su excelsa carrera en la banda Embajada Boliviana que fundó un presente en la música nacional y aún continúa con otras formaciones que mantienen presentaciones en espacios locales.

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