Luis Rubio: “El cine es un arte muy colectivo”

En su extensa trayectoria ha interpretado personajes entrañables que han tomado vida propia y se ganaron el cariño del público.

En una nueva incursión cinematográfica, Luis Rubio, recordado por la creación de Eber Ludueña, un personaje que tuvo hasta su propio programa, es parte de El método Tangalanga, la entrega de Mateo Bendesky. Para saber más detalles de su participación en la propuesta protagonizada por Martín Piroyansky, diario Hoy habló en exclusiva con él.

—¿Cuál es la primera broma que te acordás de Tangalanga?

—Mira, yo lo descubrí a Tangalanga porque tenía amigos que laburaban con Luis Alberto Spinetta. En ese entonces yo estaba un poco vinculado a la industria del rock, cuando me vine acá a estudiar teatro con Norman Brisky y todo eso. Eventualmente, si estaba libre de Spinetta o no, me enganchaba con eso, porque sus plomos y su equipo escuchaban religiosamente Tangalanga en los micros, era el año 1988. Me acuerdo uno de un reclamo a un baño que se había tapado y decía: “Los soretes me flotan, sí señor, todo bien, troté con los soretes”. Me daba una gracia tremenda esa mezcla, era excesivo en sus palabras, en su tipo, pero con una seriedad medio académica de escribano. De hecho había muchos mitos en torno a él, se decía que era escribano. Ese mix, por un tipo que putea en sí, como muchos cómicos que como vos escuchás, por ejemplo Enrique Pinti, le queda bien. En ese mix creo que estaba el secreto de la verdad y lo absurdo de los planteos, ¿no?

—Y el asombroso manejo de que no le corten, de saberlo llevar, de manejar al otro.

—Pero aparte era eso, la gente se quedaba, no era que cortaba. Yo creo que si cortaba no iba al aire, digamos. Pero tenía un manejo excepcional de eso, increíble.

—¿Cómo es componer un personaje fuera de lo que venís haciendo?

—En mis comienzos, antes de centrarme más en el humor, hacía talleres e intentaba acercarme a la actuación siempre con Norman Brisky, como decía antes. En Rosario también. Y bueno, es como una cosa que giró, volvió un poco a las fuentes. Tras tantos años de vincularme, más que con actores y directores, con periodistas y con conductores, es un mimo también, para mí es un placer. En la construcción está el guión que es clave, digamos, está planteado lo que te marca el director, la interacción con los otros actores. A mí me encanta eso.

—¿No te es difícil? Porque vos estás siempre con tu material…

—Sí, también es un poco de gimnasia porque es un arte muy colectivo tipo Fútbol 5 y espero hacerlo bien, me gusta actuar, me gusta mucho el cine, las series, es un gran momento para mí. Lo disfruto. Eso de poder meterte en el mundo de otro, en el mundo que pensó otro.

—¿Y era algo que vos querías?

—Sí, seguro, pero es un tema que no es una decisión, yo soy un profesional de esto, hago esto por plata toda la vida. Uno responde también un poco a eso, lo equilibro, lo dosifico, sigo trabajando, respondiendo un poco a esa demanda comercial que es mi negocio y uno sigue respondiendo a esa demanda porque laburo, pero no invierto ya tiempo por ahí en difundir o generar contenidos nuevos con mis personajes. Con ninguno de ellos. Pero tomé esa decisión. Entonces me abrí un poco más a estar más receptivo a que me inviten y por suerte se ha ido dando de a poco. La pandemia no ayudó mucho, pero ahora empecé a estar en algunos proyectos y lo disfruto porque me gusta, es un desafío, un aprendizaje para mí también.

—¿Cuál es tu puteada preferida de Tangalanga?

—Tiene muchas.

—¿Hay un ranking de puteadas de Tangalanga?

—A mí me gustan las puteadas, y tengo que opinar, no uso mucho, no puteo mucho. Me gustan las puteadas que salen mal, es genuina, porque el tipo está nervioso; si está muy armada resulta falsa.

El humor en tiempos contemporáneos

—¿Es difícil hoy en día hacer humor?

—Hace poco un artículo hablaba de la vulcanización del humor que hablaba como de grupos, humor para cada grupo, que recorta por ideología, por edad, por género, recorta por un montón de cosas. Pero lo que hoy está mucho más difícil creo es la universalidad. Es decir, hacer un programa que mida 60 puntos y que lo vean todos.

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