Mariano Cattaneo viaja a los años 80 en un libro
El director de La chica más rara del mundo y, recientemente, Una tumba para tres, construye un nostálgico recorrido sobre su infancia y adolescencia, para hablar de un mundo único.
Tras años de investigación y recopilación de materiales, Mariano Cattaneo, director de la película Una tumba para tres, que se estrenó en CINEAR a principio de año, acaba de editar Slasher,
cuchillos, sangre y cintas de video, por los sellos Santa Guadaña y De la Fosa, un libro imprescindible para los cinéfilos.
En el volumen, el realizador repasa una y cada una de las películas que vio durante su infancia y adolescencia; en una época en la que ir al videoclub abría la posibilidad de elegir y disfrutar por algunos días de contenidos que, muchas veces, eran escogidos casi a ciegas.
Con un lenguaje cercano, y una estructura dinámica, Cattaneo va repasando aquellas películas de género que lo marcaron. Partiendo de ese repaso, introduce luego una serie de entrevistas a sus hacedores e intérpretes.
Así, desde la primera que recuerda, My Bloody Valentine, de George Mihalka, editada en VHS por AVH, bajo licencia de CIC Video y con el título Aniversario de Sangre; hasta Slaughter High, de George Dugdale, Mark Ezra y Peter Mackenzie, lanzada por Lightning Video en Argentina como El sangriento día de los inocentes; el exhaustivo y detallado repaso posee la principal virtud de hacer viajar al espectador hasta los años ochenta, donde la videocasetera servía de entretenimiento para amigos y familias.
A diferencia de lo que pasa hoy en día con el consumo de películas online y en plataformas, en donde a la primera señal de aburrimiento se salta de contenido en contenido (un zapping por títulos que prometen más de lo que realmente ofrecen); la elección de una película, negociando con los familiares para ver quién alquilaba qué ese fin de semana, tenía un valor supremo. Por eso, se le daba a esa película la oportunidad de verla de principio a fin; aún si el resultado que mostraba la pantalla no era el deseado.
“Se confiaba en el arte de tapa, y los alquileres a veces pedían un salto de fe”, dice en uno de los capítulos. En otro, agrega: “¿Algo resume más una década que la portada de un VHS?”, Claro que no. Y este libro vino para recordar esa época gloriosa del entretenimiento, en donde el videoclub era el mejor plan para todos.