entrevista
Pompeyo Audivert: “El teatro es una averiguación de quiénes somos”
El talentoso actor y docente plantea un regreso al hecho teatral para poder comprender procesos históricos que atraviesan desde el escenario.
Habitación Macbeth (versión para un actor) llega hoy a nuestra ciudad con Pompeyo Audivert multiplicándose en el escenario. La cita es a las 21 en el teatro Coliseo Podestá y hablamos con Audivert para saber un poco más de la propuesta.
—¿Cómo estás viviendo la previa a presentarte en La Plata con la obra? ¿Qué significa La Plata para vos?
—Para mí, volver a La Plata, esta es la quinta vez que volvemos con esta obra, siempre es una alegría. Primero por volver a cruzarme con un público tan intenso y tan gustado de lo teatral como el de La Plata, en donde hay muchos exalumnos y alumnos y alumnas que voy a volver a ver; y después también por volver a esa maravilla de teatro que es como una suerte de instrumento musical, el Podestá, que con toda su historia y con todos los fantasmas que lo habitan, que impelen la teatralidad mucho más que en cualquier sala. Es una sala muy, muy especial, tiene muchas significaciones para mí y es una sala preciosa, con una acústica extraordinaria y todo lo que hay abajo de esa sala, en los estratos de la sala. Está todo el aliento de la familia Podestá y todo lo que fue la historia de ese lugar, así que me encanta volver, siempre que vuelvo me emociona mucho.
—¿Tiene algún significado particular poder venir con esta obra que estás representando con tanto éxito en Buenos Aires y de gira también por todo el país?
—Así como también la estamos llevando a distintos puntos del país en esta gira nacional, que empezó ya hace tres meses. Es para nosotros muy importante porque tiene que ver con situar un tipo de teatralidad que es muy escaso hoy en día, en lugares muy importantes y muy grandes que gustan de eso y eso a mí me llena de alegría. Ver una sala de pie ovacionando una obra de Shakespeare es realmente para festejar, es realmente un triunfo del teatro y de lo que a mí me gusta llamar, el piedrazo en el espejo, en relación a la forma de producción que tiene esta obra, que creo que también es muy valorada por el público. Porque no solamente se trata de la obra de Shakespeare y todas sus circunstancias extraordinarias y la forma en que está escrita, etcétera, sino también de una forma de producción que yo elegí para esta obra. El hecho de que todos esos personajes y toda esa tragedia esté situada en el solo cuerpo de un actor es de por sí un piedrazo en el espejo, una forma de ruptura de las formas de producción tradicionales de lo teatral. Es una forma de hablar también de la actuación como un fenómeno sobrenatural y, por ende, también hablar de la identidad como un asunto central de lo teatral. Pero ya no la identidad histórica, sino la identidad poética y metafísica que la operación teatral libera y hace vibrar en su ritual sagrado. Yo creo que la gente tiene una conmoción de una naturaleza metafísica y poética cuando sucede la obra y eso me parece que es muy valorable también en estos momentos donde nuestra sociedad está atravesando una época muy, muy crítica. Donde todo el nivel histórico parece ser un nivel ficcional y todas nuestras identidades, de algún modo, están paralizadas por esa ficción que construye en nosotros también sus réplicas. Creo que en estos momentos una movida teatral como la que estamos emprendiendo, y como la que está sucediendo también en muchos otros niveles, es muy importante para poder señalar que nuestra identidad poética, nuestra identidad de base, debe ser puesta en acción y debe ser representada. Y, de algún modo, convocada en esta emergencia histórica.
—La obra la venís haciendo hace cuatro años, era otro el contexto, completamente diferente, pero vos hace tiempo que entendiste que el teatro tiene que ir por este camino. Te has comprometido de una manera por tu formación, por tu carrera, en donde el teatro en sí puede llegar a ser un refugio, un lugar de resistencia, frente a lo que nos quieren hacer creer que es el teatro, que va por otro lado…
—Sí, es cierto. Yo hace tiempo que vengo trabajando en una teoría y en una práctica teatral que me gusta definir como “el piedrazo en el espejo”. Yo la llamo también “teatro de la fuerza ausente”, en relación con las fuerzas que convoca, que son las fuerzas poéticas y metafísicas que están ausentes en nuestra realidad. Y lo del piedrazo en el espejo también lo planteo en el sentido de que el teatro está, a veces, atrapado en una dinámica refleja, que lo sitúa como en una operación de autocomplacencia del nivel histórico al que va dirigido, y simplemente espejeando. Una de sus funciones sagradas básicas es que los temas centrales que lo erigen como ritual tienen que ver con dar con esa otra condición, no con la condición ficcional histórica aparente, sino con esa zona identitaria de la estructura, esa zona que solo aparece cuando uno no solo erige al espejo, sino, después, lo rompe con un piedrazo o con una forma de producción que equivale a ese pie en donde también queda revelado. No solamente el campo ficcional, sino la zona misteriosa y poética de la vida, ese campo ficcional. Entonces, me parece que el teatro debe ante todo tomar conciencia, los que hacemos teatros debemos tomar conciencia de que nuestra actividad antes de una obra ficcional, dramatúrgica, tiene ya de por sí como máquina sagrada, sus propias temáticas de base. El teatro es un sondeo de la identidad y de la pertenencia a una escala extracotidiana, el teatro es una averiguación de quiénes somos, de dónde estamos, de dónde venimos, a dónde vamos, qué estamos haciendo, eso es parte de la temática propia de la máquina teatral antes de revestirse con una dramaturgia. Si el teatro toma conciencia de eso, cuando se reviste de una dramaturgia, esas preguntas fundantes de su operación, ese sentido central de su temática de base, va a permanecer activo en esa dramaturgia. Eso es lo que me parece que pasa con Habitación Macbeth.